La asignatura de la escuela inclusiva

En este caso, que afecta a un colectivo de menores tan especial, los recortes no son excusa

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Los buenos deseos no siempre acaban teniendo una consecuencia palpable en la realidad. Todas las palabras e intenciones positivas sobre una escuela inclusiva no se han materializado todavía en una normativa y una dotación de recursos que faciliten, sin titubeos, la integración de los llamados niños con necesidades educativas especiales. En Catalunya son unos 18.000 escolares. Así lo denuncian hoy en EL PERIÓDICO las familias de dos estudiantes de Tortosa y de Barberà del Vallès. Ha pasado casi un año y medio desde que se produjo el mandato del Parlament sobre la necesidad de elaborar un decreto que regulara la inclusión de menores con discapacidades intelectuales y físicas en las escuelas ordinarias. En igual sentido se expresó el Síndic de Greuges, Rafael Ribó, en su informe sobre la infancia ante la Cámara catalana el pasado noviembre.

El adelanto del final de la legislatura, por la convocatoria electoral del 27-S, hizo que ese mandato parlamentario quedara en el aire por el retraso, denunciado por las familias, de la Conselleria d'Ensenyament en elaborar el plan estratégico. En este caso, que afecta a un colectivo de menores tan especial, los recortes no son excusa. La consellera Irene Rigau sí anunció a principio de curso la incorporación de un total de 360 educadores y monitores interinos para apoyar la labor de unos docentes sin la formación precisa para atender a estos alumnos. Pero en una asignatura pendiente como la escuela inclusiva no vale solo un aprobado justito.