Unos comicios cruciales
La clave del 27-S
El resultado dependerá de la amplia franja de indecisos entre el independentismo y el unionismo
Oriol Bartomeus
Politólogo. Profesor asociado de la UAB.
ORIOL BARTOMEUS
La convocatoria del 27-S es rara en muchos sentidos. En primer lugar, por la batería de candidaturas, donde faltan clásicos como ERC, CiU (con UDC presentándose en solitario por primera vez) o ICV, subsumidos los tres en listas conjuntas. También es rara para las personas que encabezan las listas, ya que no hay ni una que repita como cabeza de lista respecto del 2012. También son elecciones raras en el sentido de que el resultado es incierto, y también lo es lo que puede llegar a pasar a partir del día 28, ya que hay opciones que proponen iniciar una legislatura «constituyente».
Ahora bien, no todo es nuevo en estas elecciones. Ni mucho menos. A pesar de los cambios evidentes que se han operado en el escenario político catalán en los últimos cinco años, hay un elemento que se mantiene fijo: las elecciones las seguirán decidiendo los electores que se sitúan en el espacio que va de la izquierda al centroizquierda y de la pertenencia dual («tan catalán como español») al catalanismo moderado. El mismo espacio que conformaba el centro de gravedad del sistema político catalán en los años 80 y 90, el grueso de electores que daban mayorías a Pujol, a González, a Maragall o a Mas.
Según los datos del barómetro del GESOP publicado por EL PERIÓDICO el domingo y el lunes pasados, el 40% del censo se sitúa en esta área, pero lo más interesante es que concentra a la mitad de los indecisos, lo que supone que aquí se ubican más de 600.000 electores que aún no habrían decidido su voto. Y de estos, la mayoría declaran que seguro que irán a votar el 27-S. Es un volumen suficiente como para modificar el resultado final de la elección, y en parte es por eso que todos los institutos demoscópicos se muestran cautos a la hora de hacer previsiones sobre el resultado final.
La concentración de indecisos en este espacio responde en parte a la dinámica plebiscitaria que se ha querido dar a la convocatoria del 27-S. Como señalaba el domingo Àngels Pont, directora del GESOP, los bloques del sí y del no se muestran movilizados y seguros de su voto, pero los electores situados en la zona gris, aquellos que no comulgan ni con el sí ni con el no, están desorientados aunque muestran una clara intención de acudir a las urnas.
Esta desorientación de una parte importante del centro de gravedad parece venir de la falta de una opción que represente este punto intermedio entre independentistas y antiindependentistas. No es extraño que la mayoría de los que se muestran indecisos declaren haber votado por PSC o por ICV en las autonómicas del 2012 (aunque los hay también de CiU y de ERC) y que la mayoría se declare no independentista.
El comportamiento de este espacio el 27-S será clave para decidir el resultado final. De ahí que todas las opciones busquen acercarse a él para arañar algún apoyo. Catalunya Sí que es Pot necesita penetrar en él porque es su espacio natural de crecimiento si quiere desplazar al PSC como opción mayoritaria de la izquierda. Los socialistas han de mantener ahí un pie si no quieren perder el último lazo que aún mantienen con el grueso más importante de electores (y no solo pensando en estas elecciones autonómicas, sino también en las generales, donde el dominio en este espacio era determinante para otorgar al PSC -y al PSOE- los extraordinarios resultados en este tipo de elecciones).
El espacio también es codiciado por la candidatura de Junts pel Sí, consciente como es de su importancia numérica sobre el conjunto del electorado. No es ajena a esta realidad la elección de Romeva, una figura con una trayectoria claramente de izquierdas, como cabeza de la lista, o el tan publicitado «giro social» en la última remodelación del Govern de Mas.
Incluso la estrategia de Ciutadans de situarse en un terreno entre la izquierda y la derecha podría tener como objetivo intentar penetrar en este espacio (aunque los acuerdos con el PP tras las municipales y autonómicas hayan situado a los de Rivera más a la derecha).
Así pues, a pesar de todos los cambios que ha habido en los últimos años el centro de gravedad electoral en Catalunya sigue siendo el mismo, y el resultado final del 27-S dependerá en muy buena medida de lo que en él suceda. Si los electores que allí se sitúan no encuentran una oferta que les haga ir a votar, el bloque independentista puede tener prácticamente asegurada la mayoría absoluta, y no solo en escaños. Si, en cambio, la campaña hace aparecer una opción capaz de aglutinar y movilizar a la zona gris entre independentistas y unionistas, los primeros tendrán más difícil alcanzar el 50% de los votos. La clave está donde siempre ha estado: en la izquierda y el centroizquierda «tan catalán como español» y catalanista. Este será una vez más el campo de batalla principal.
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