La clave
Elogio del dinosaurio
Bernat Gasulla
Subdirector
BERNAT GASULLA
Leire Pajín lo atribuiría a una conjunción astral, pero es indudable que el 25 de agosto tiene algo. Tal día como este nació Jorge Luis Borges, murió Truman Capote y Bruce Springsteen se puso los galones de jefe del rock al publicar Born to run, el disco con el que marcó a más de una generación y nació una figura mítica de la música popular contemporánea.
Vaya por delante que la nostalgia es muy mala. La añoranza de tiempos pasados, que, reconozcámoslo, solo tienen de bueno que éramos más jóvenes, nos lleva a cometer errores de bulto. Por ejemplo, pensar que cualquier banda de música disco o que Tequila eran buenos. Insisto. Lo único bueno de aquella época es que los cuarentones nos parecían gente muy vieja. Pero, como también ocurre ahora, entre mucha basura brotaba alguna joya. Y Born to run ocupa un lugar destacado en los tesoros de aquella época. Cuando aún faltaban meses para la muerte de Franco, Springsteen soltaba: «Oh, algún día, chica, no sé cuándo, / vamos a llegar a ese lugar / al que realmente queremos ir / y vamos a caminar al sol / pero hasta entonces, / vagabundos como nosotros, / nena, nacimos para correr».
Bruce, el pensionista
Quizá se trate de eso. De correr y quizá no tanto del destino. El Boss empezaba a cortar el cordón umbilical con Bob Dylan y hace 40 años animaba a quemar el motor en la carretera y a amar «con toda la demencia» del alma». La prudencia está muy bien pero quizá sea solo para los viejos. Para viejos como Springsteen es ahora, con 40 años más. Bruce es ya uno de los dinosaurios del rock, al que muchos miran con una curiosa mezcla de veneración, respeto y hartazgo. Es uno de los tótems de esa religión en la que se ha convertido la cultura de masas. Un aparato de entretenimiento que quema un ídolo tras otro con tal de que la máquina no deje de funcionar.
Springsteen es como esos pensionistas que cobran más que los asalariados, liquidan más impuestos y se han convertido así en los principales sostenes del sistema. Son dinosaurios cuyo tiempo ha pasado pero que aún nos aguantan el cotarro con lo que hicieron, dijeron o cantaron hace 40 años.
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