DOS MIRADAS

Corte limpio y preciso

Joan Barril fue un hombre parsimonioso que ejercía el derecho a mirar con calma

JOSEP MARIA FONALLERAS

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Nos pasaremos el verano mirado fotografías y compartiendo la mirada con todos ustedes, lectores, y también observadores de las imágenes que hemos elegido para mirar juntos. Nadie lo hacía mejor que Joan Barril, que se sentaba y contemplaba, que se fijaba en los detalles, que procuraba encontrar la perspectiva indómita que sólo él era capaz de domar, de convertir en categoría, en lección. Murió demasiado temprano en diciembre, y ahora nos abocamos a las miradas de verano bajo su advocación. A pesar de todos los defectos, que los tenía, los que nos dedicamos a esta cosa de escribir deberíamos venerarle como san Joan Barril, porque como todos los santos de categoría marcó un camino de perfección, a pesar de eso de los defectos, que los santos, todos, también los tienen. Dicho esto, la primera foto de la serie es la de un Joan triste y otoñal. Quizá deberíamos habernos fijado en el hombre tropical que se vestía de blanco en lo alto de un barco para parecer un terrateniente que estaba de vuelta de todo, desencantado pero aún fumador de habanos. En esta, sin embargo, hay un Joan auténtico, que implora a la cámara y que, con la cabeza ladeada a la derecha, también la interroga, nos interroga. Es un hombre parsimonioso que ejerce el derecho a mirar con calma y que ejecuta luego la mirada compartida con la celeridad del verdugo. Un corte limpio y preciso.