Editorial

Turquía contra el Estado Islámico

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Por primera vez desde que Estado Islámico (EI) empezó a extenderse por Irak y Siria, la vecina Turquía ha lanzado bombardeos aéreos contra posiciones de la organización yihadista en Siria. La aviación de Ankara respondía así a los ataques lanzados por EI esta semana en la localidad turca de Suruç y en la fronteriza de Kilis. Si las milicias islamistas pretendían una escalada militar, lo están consiguiendo. Hasta ahora Turquía, que limita por el sur con Siria e Irak, había mantenido una actitud poco definida con respecto al avance del EI pese a que con el asalto a Kobane se había aproximado peligrosamente a la frontera. Este país también ha sido nido de simpatizantes del yihadismo. Muchos de ellos se encuentran en las provincias meridionales kurdas que han optado por prestar su apoyo al EI dada la falta perspectivas que ofrece el Gobierno para su causa. Turquía es también puerta de acceso a los territorios controlados por las milicias islamistas para jóvenes procedentes de diversos puntos de Europa que han respondido a la llamada de la bárbara organización. Y por si fuera poco, hay 1,7 millones de refugiados sirios en suelo turco.

Ankara había querido mantener una agenda propia sobre la cuestión y en más de una ocasión se había negado a dar facilidades al Ejército de EEUU. Sin embargo, en esta nueva fase el Gobierno turco ha cedido a la petición de Washington para el uso de la base de Incirlik y aunque se desconocen los detalles del acuerdo, todo parece indicar que la actividad estadounidense en la zona requerirá una mayor cooperación turca. Este acuerdo y la nueva actitud del Gobierno turco marcan un cambio profundo en la gestión de esta crisis, tanto por parte de Washington como de Ankara. Era inadmisible que Turquía, un país que pertenece a la OTAN, cerrara un ojo ante la actividad yihadista en su territorio. Por otra parte, era estratégicamente poco eficaz que para combatir militarmente al EI, EEUU lo hiciera desde bases y portaviones situados a 2.000 kilómetros de distancia. Este punto de inflexión, por otra parte necesario, no está exento de riesgos. El primero, es que la crisis se desborde hacia otros países vecinos o que genere mayor violencia todavía en Siria e Irak entre las fuerzas que se enfrentan sobre el terreno y que hasta ahora no han sido capaces de frenar el avance yihadista.