Barcelona: la ley de la jungla
Enric Hernàndez
Director
Director de EL PERIÓDICO desde el 2010 y licenciado en Ciencias de la Información por la Universitat Autònoma de Barcelona. En 1998 se incorporó al diario como redactor jefe de Política en Madrid. Un año más tarde, asumió la jefatura de la delegación y, en el 2006, fue nombrado subdirector. También trabajó en 'El País' como director adjunto y en el diario 'Avui', donde inició su carrera profesional.
ENRIC HERNÀNDEZ
Semanas atrás, mientras caminaba algo ensimismado por el Ensanche, fui embestido por una bici. Si hubo imprudencia no fue el ciclista, sino mía, que pisé un carril bici de doble sentido sin mirar a ambos lados, a un par de metros de distancia de un paso peatonal. Primero el ciclista frenó en seco, y luego intentó esquivarme con un golpe de manillar. ¿Resultado? A mí apenas me rozó, pero él acabó estampado contra el asfalto. Lo sorprendente es que los peatones que contemplaban la escena, pese a verme en pie y tranquilo y al ciclista de bruces en el suelo, no se interesaron por su estado de salud, sino por el mío. «¡Es que van como locos!», me comentó una desconocida que, aliviada al comprobar que yo estaba ileso, abandonó la escena del accidente sin esperar a que el joven accidentado diera señales de vida.
Por fortuna, la anécdota tiene un final feliz -ni el ciclista resultó herido ni su bicicleta sufrió desperfecto alguno-, pero me hizo reflexionar sobre la mala reputación que los aficionados del pedal tienen hoy en Barcelona. Impopularidad que tal vez algunos se hayan ganado a pulso, pero que injustamente estigmatiza por igual a todos los ciclistas, sean incívicos o civilizados.
Quiero y no puedo
Que algunos peatones se salten los semáforos en rojo, a veces dando un pésimo ejemplo a sus propios hijos, no convierte en una plaga a todos los paseantes de la ciudad, de igual modo que los automovilistas temerarios no justifican la satanización de todo el colectivo de conductores. El problema es que el infractor al volante sabe que corre el riesgo de ser multado, mientras que los ciclistas gozan en Barcelona de una impunidad ciclistasBarcelona que en ocasiones abona una insultante prepotencia.
Todo parte de una planificación errónea de los gobiernos municipales. Al implantar el Bicing sin suficientes carriles bici, hasta nueva orden se permitió a los ciclistas invadir algunas aceras. Sin normas claras, ni agentes que las hagan cumplir, ni urbanidad ciudadana, en la calle impera la ley de la jungla. Para ser en verdad una ciudad 'byclicle friendly', Barcelona debería tomárselo en serio. El 'quiero y no puedo' solo será fuente de conflictos.
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