¿Quién se dará con la barra en los dientes?

JOAN Tapia

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El PP está zombi. En el 2012 -cuando España tuvo que pedir el rescate bancario- ya se quedó sin miembro en el consejo ejecutivo del BCE (órgano clave) por no entender Europa. Ahora decía que España se merecía la presidencia del Eurogrupo. Y estaba hecho porque Angela Merkel se lo prometió a Mariano Rajoy en Santiago. Ignoraba que un socialdemócrata holandés -salvo crasa salvajada- no sería despedido con solo dos años de mandato y en plena crisis griega. En Europa los consensos no se rompen a gusto del PP español.

Que el PP no se oriente en Bruselas vale. Que no huela lo que pasa en Catalunya -territorio nacional hasta el momento- es peor. Artur Mas ha anunciado unas elecciones «plebiscitarias» para proclamar la independencia. Se sabía que pasaría pero en cuatro años de mandato -preocupados por elaborar y luego retirar una ley del aborto- el PP no ha tenido tiempo de hacer ningún gesto hacia Catalunya.

Predicar la independencia, la ruptura de la cuarta economía del euro y la creación de un nuevo estado en la UE no es muy sensato. Pero contestar como Alicia Sanchez-Camacho amenazando con una moción de censura, que sabe que no podrá presentar porque no tiene los diputados necesarios y Ciutadans no se los prestará, es marcarse goles en la propia puerta. Como jalear el fichaje de Pep Guardiola discutiendo sus motivaciones.

Cierto que el ridículo es libre. Pero blandir el artículo 155 de la Constitución (como si Mas ya hubiera ganado) y la suspensión de la autonomía es brindar materiales sensibles al agit-prop soberanista. ¿Armas de destrucción masiva por unas autonómicas? Y el broche lo ha puesto (hasta el momento) el actual portavoz parlamentario del PP, el famoso Rafael Hernando, afirmando que «quien se salte la ley se dará con los dientes en la barra».

Las encuestas no dan a la lista unitaria la mayoría suficiente pero con los Hernando sueltos… Catalunya era un país quejoso pero contenido hasta que el Tribunal Constitucional, a instancias del PP, ninguneó el voto de los catalanes en el referéndum del Estatut. Y en cuatro años de mandato, Rajoy no se ha molestado en hacer ningún gesto o propuesta a Catalunya salvo recordar que no hay democracia sin estado de Derecho. Una obviedad.

Las preferencias

El PP se merecería que el frente independentista ganara. Los que no se lo merecen son los catalanes. En la última encuesta que conozco un 56%, contra un 38%, dice que la solución no es la desconexión sino la reforma (o una interpretación flexible) de la Constitución. Al parecer los catalanes prefieren la propuesta de «reparar España» de Pedro Sánchez y Miquel Iceta. O el radicalismo de la moderación, con el que Josep Antoni Duran Lleida ha presentado a Ramon Espadaler, que entronca con el tradicional seny catalán. Catalunya está insatisfecha con la España de hoy y con el inmovilismo del PP (9% de inversión pública cuando aporta al PIB el 18%). Pero entre el frente independentista que predica el «tot o res» (Romeva dixit) y las amenazas de «la barra de hierro en los dientes» hay un amplio campo que optaría por la fórmula Urkullu de «negociar, pactar y cumplir» que parte de que «nadie tiene la verdad absoluta». No solo Iceta y Espadaler, entroncados con las fuerzas dominantes en Europa desde 1945, sino también el tándem ecosocialista Joan Herrera-Dolors Camats y diputados de CDC (y del PPC) que no cito porque han asumido el mandato guerrista de «quien se mueve no sale en la foto».

Lo ha dicho el siempre prudente Miquel Valls, presidente de la Cambra de Comerç, la incertidumbre política del 27-S preocupa al mundo económico. Y por supuesto a aquellos cuyo empleo depende de las decisiones de inversión.