La rueda
Réquiem por Europa
Visto lo visto en Grecia, poco quedade política y democracia en la cuna de ambas
Olga Merino
Periodista y escritora
Escritora y periodista. Master of Arts (Latin American Studies) por la University College of London (Beca La Caixa/British Council). Fue corresponsal de EL PERIÓDICO en Moscú en los años 90. Profesora en la Escola d'Escriptura de l'Ateneu Barcelonès. Su última novela: 'La forastera' (Alfaguara, 2020).
OLGA MERINO
El escritor Antonio Tabucchi, un italiano con vocación de portugués, enamorado hasta las trancas de la Lisboa atlántica y los versos de Pessoa, afirmaba que el concepto de patria poco tenía que ver, a su juicio, con el pasaporte o el lugar de nacimiento. Más o menos, dejó escrito que patria es «el lugar donde viven los hombres que amas y admiras», una definición que invita a ampliar la casa hasta el último confín del continente. La idea de Europa es admirable desde la estética, hasta los cimientos que la sustentan: los cafés centroeuropeos, los tilos de Berlín, las bibliotecas inglesas, la creatividad de los italianos, la racionalidad, el diálogo, el lugar donde se forjó la liberté, égalité, fraternité. La cuna de la política y la democracia, aunque quede poco de ambas.
Estamos hablando de Grecia. Resulta que el 61,2% de los votantes expresa un noy, en un par de semanas, Atenas agacha el testuz para aceptar un plan de ajustes idéntico al rechazado en las urnas. ¿A qué convocar el referéndum entonces? No me gustaría habitar ahora en la piel de Tsipras, que ha debido rendirse a las políticas de los mercados sin control democrático alguno, con la amenaza encima del castigo: o te tragas la cucharada de purgante o te largas del euro, cuando esa posibilidad hasta ahora era innombrable.
Con el diktat de Alemania —es demasiado tentador el símil del cuarto Reich y una Wehrmacht disfrazada de tecnócratas—, solo se está prolongando la agonía de Grecia, que a buen seguro deberá acudir a las urnas de nuevo en otoño. Difícilmente saldrá a flote, cuando economistas de la talla de Paul Krugman y Joseph Stiglitz señalan que la deuda es impagable y que el austericidio solo ha provocado la contracción de la economía. ¿Era esta la idea de Europa? ¿Tanta lucha para nada? Si no buscan una salida equitativa y política, ya podemos ir entonando el réquiem.
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