Lecciones griegas para Catalunya
Enric Hernàndez
Director
Director de EL PERIÓDICO desde el 2010 y licenciado en Ciencias de la Información por la Universitat Autònoma de Barcelona. En 1998 se incorporó al diario como redactor jefe de Política en Madrid. Un año más tarde, asumió la jefatura de la delegación y, en el 2006, fue nombrado subdirector. También trabajó en 'El País' como director adjunto y en el diario 'Avui', donde inició su carrera profesional.
ENRIC HERNÀNDEZ
Syriza transformó las elecciones griegas de enero en unas plebiscitarias. Votar a Alexis Tsipras refrendaba el 'sí' a la soberanía de Grecia y castigaba con un 'no' las políticas de austeridad impuestas por la troika. La revuelta ciudadana contra los acreedores de la impagable deuda griega cosechó el 36% de los sufragios. Cinco meses más tarde, el 5 de julio, el pueblo heleno ratificó, con el 60% de los votos, que no estaba dispuesto a doblegarse ante más imposiciones extranjeras. El espejismo democrático se desvaneció cuando el Gobierno de Tsipras hubo de aceptar un tercer rescate internacional bajo condiciones más duras y humillantes incluso que las que había rechazado de plano en el reciente referéndum.
El público e inmisericorde escarmiento de Grecia, que hiere de gravedad la credibilidad del proyecto europeo, no puede esquematizarse como un choque entre la democracia helena y los insaciables mercados. Porque, nos gusten más o menos sus formas, Merkel y Tsipras gozan de idéntica legitimidad democrática en sus respectivos países. El problema radica en que el líder de Syriza prometió a sus votantes cosas que no estaba en su manos cumplir, presumiendo que el aval de las urnas le bastaría para obtener, con escasas contrapartidas, el auxilio financiero de Europa que Grecia precisa para sobrevivir, junto a la icónica reestruturación de su deuda.
El mandato democrático
A Catalunya le conviene extraer ciertas lecciones de la (mala) experiencia griega. La lista cívico-partidista de Mas y Junqueras debería medir bien qué hoja de ruta independentista somete a las urnas para no incurrir, como Tsipras, en promesas de imposible cumplimiento. Como una declaración de independencia al margen de la ley española. O la creación de una agencia tributaria que recaude todos los impuestos. O el inicio de un proceso constituyente amparado por una Europa que, teóricamente, no podrá hacer oídos sordos ante el mandato democrático de los catalanes.
Si las urnas griegas no han conmovido a Europa, es improbable que lo hagan las de una porción de un estado miembro como España. Mejor no hacernos trampas.
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