La transformación de Barcelona

Cuestiones urbanas y fractalidad

Cada barrio debería reflejar la ciudad entera y tener, por lo tanto, rasgos similares a cualquier otro

JOSEP OLIVA CASAS

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Anteriormente he hablado de la elección equivocada que la sociedad barcelonesa quería hacer del plan del Eixample y, muy posteriormente, de perder la ocasión de diseñar una gran fachada marítima (con su correspondiente amplio paseo) en la primera línea de mar de la Vila Olímpica. En el mismo sentido, parece mentira que el gran tramo que hay del Port Olímpic a la Barceloneta no se haya tenido también en cuenta urbanísticamente para plantear otra fachada similar aprovechando la misma oportunidad de disponer del frente de mar. Con su gran longitud, no sería necesario darle un tratamiento uniforme pero sí algunos tramos continuos y urbanamente potentes que proyectasen una imagen característica de Barcelona. La ciudad hubiese salido ganando y habría reforzado su prestigio urbano.

Hay otras intervenciones urbanas poco afortunadas. Parto de la base que la típica ciudad mediterránea es un excelente modelo urbano con las debidas modificaciones para  adaptarla al tiempo actual y futuro pero manteniendo sus características básicas. Me atrevo a decir que es la ciudad del futuro. Ahora bien, durante los siglos anteriores han ido surgiendo dos tipos de circunstancias: unas que obligan a adoptar modificaciones puntuales y otras que han mistificado el modelo y lo han empeorado. Lo trato desde el modelo teórico pero también refiriéndome a ejemplos o aplicaciones concretas a Barcelona. Son adaptaciones y errores urbanos que influyen en la calidad urbana de nuestra ciudad.

En primer lugar, la revolución industrial produjo un cambio de escala de las ciudades. Las ciudades históricas tenían una dimensión discreta de manera que podían mantener la total artificialidad que define el concepto genuino de ciudad. En este caso, no hacían falta los parques en el interior del tejido urbano porque el campo estaba muy al alcance de cualquiera de sus habitantes. En cambio, la dimensión actual de muchas ciudades sí exige prever una completa red de parques urbanos. La gran ampliación de Ciutat Vella a través del Eixample no comportó la creación de un número suficiente de parques. Lamentablemente, se construyeron los interiores de las manzanas que el plan Cerdà previó que fuesen áreas verdes. El afán especulativo rellenó de construcción estos espacios y contradijo las buenas intenciones del urbanista. Total, padecemos un déficit de parques urbanos.

Estructura física y vertiente social

Una consecuencia interesante de la nueva dimensión es que seria muy bueno aplicar a la ciudad el nuevo concepto de fractalidad que dice: «En un conjunto formado por diversas partes cada una de ellas ha de reflejar el todo». La interpretación que hago en el campo urbanístico es que cada barrio refleje la ciudad entera o sea que, proporcionalmente, tenga características parecidas a cualquier otro. Todos, sin excepción, deberían tener viviendas dignas, otros usos, urbanización correcta, los equipamientos necesarios, parques y un subcentro calificado. Ningún ciudadano se ha de sentir formando parte de la pura periferia y postergado del resto de la ciudad. Per ejemplo, Nou Barris u otros. Por lo tanto, es muy importante porque favorece tanto la estructura física como la vertiente social. Sería seguir una excelente política urbanística en la que todos podríamos estar de acuerdo.

En segundo lugar, nos hemos dejado deslumbrar por malísimo ejemplo de muchas ciudades norteamericanas (con cinco grandes excepciones) que ofrecen la imagen de una modernidad urbanamente banal que contradice el espíritu mediterráneo. Las características son discontinuidad construida, usos separados, grupos de rascacielos de oficinas ('downtowns'), centros comerciales ('malls'), construcción de guetos de alto y bajo nivel, muchas viviendas unifamiliares con gran ocupación de territorio y, sobretodo, total pérdida de protagonismo del espacio público destinado únicamente al paso de coches.

Este mimetismo respecto al modelo de EEUU se practica en medio mundo con especial mención de los países del petróleo y los asiáticos. Es curioso que en Estados Unidos se están dando cuenta que su manera de (no) hacer ciudad no funciona y quieren adoptar la mezcla de usos en los 'downtowns' añadiendo viviendas y otros usos donde solo había oficinas. En Barcelona no hemos ido tan lejos pero acumulaciones de usos únicos como la Ciutat de la Justícia y los grandes centros comerciales tipo La Maquinista y otros no van por buen camino porque, lentamente pero implacablemente, están sacando contenido urbano al espacio público, es decir, desertizando las calles poco a poco. En el centro de Barcelona tenemos buenos ejemplos de calidad urbana que atraen la admiración. ¿No nos damos cuenta?