Editoriales

El debate sobre la reforma de la Rambla

Repensar el fenómeno turístico pasa por esa arteria capital, aunque parece conveniente que el proceso no se haga eterno y se busque el mayor consenso

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Que la herencia recibida no iba a ser ninguna atadura para Ada Colau era algo previsible solo con tener en cuenta su trayectoria antes de ser la exitosa candidata de Barcelona en Comú a la alcaldía de la capital catalana. De ahí que los pasos dados en sus primeros días en el Ayuntamiento no hayan provocado indiferencia. No ocurrió con la moratoria por un año de nuevas licencias para alojamientos turísticos en Barcelona. Ni ha sucedido ahora con el plan especial de la Rambla, aparcado hasta final de año, como anunció la nueva concejala de Ciutat Vella, Gala Pin, en una entrevista con este diario el pasado domingo. Fue presentado por el anterior gobierno de Xavier Trias y establecía, por ejemplo, aceras laterales más anchas, menos tráfico, mejor conexión con el Gòtic y el Raval y un nuevo orden para quioscos y terrazas. Con esas nuevas aceras, como ha ocurrido en la Diagonal, parecía evidente que, al margen de paseantes, los grandes beneficiados eran comercios, hoteles y restaurantes. Colau ha dejado en suspenso esa aprobación inicial y reabre el debatealimentando el proceso participativo, bajo el principio de reducir el uso privado del espacio público. La Rambla es el gran imán de Barcelona, como lo ratifican las 240.000 personas que por allí circulan un día laborable o las 310.000 en un festivo de temporada baja. Repensar el fenómeno turístico pasa por esa arteria capital, aunque parece conveniente que el debate no se haga eterno y se busque el mayor consenso.