EL SEGUNDO SEXO

Pechos fuera

Las glándulas mamarias siguen siendo el terreno donde se libran numerosas reivindicaciones femeninas

EMMA RIVEROLA

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No son las primeras en quitarse el sujetador. Para las mujeres que suman varias décadas, el gesto es un irónico déjà vu. ¿Es posible que en el siglo XXI aún quede algún rastro de subversión en la acción de mostrar los pechos femeninos? Lamentablemente, parece que ese par de glándulas mamarias siguen siendo el terreno donde se libran numerosas reivindicaciones. Desde las provocadoras –y a veces contradictorias– acciones de Femen hasta otros movimientos que, más que un activismo de impacto, buscan una reflexión sobre la igualdad.

Free thenipple (Libera el pezón) revolvió el año pasado las almas más puritanas de Estados Unidos. Nació siendo una película, pero las dificultades para estrenarla y distribuirla acabaron transformándola en un movimiento que denuncia la mirada que criminaliza el cuerpo femeninoLina Esco, su creadora y directora, no permitió que la industria la arredrara. Si las imágenes de un grupo de activistas paseándose en toples por Nueva York resultaban tan perturbadoras como para tratar de censurarlas, encontraría otros medios para lanzar sus ideas. Abrió un blog, pidió ayuda a algunas de sus famosísimas amigas, entre ellas Miley Cyrus, y acabó iniciando un movimiento que invita a reflexionar sobre la doble moral, la hipocresía, los intereses de la industria en controlar el cuerpo de la mujer y, al fin, la opresión de la desigualdad.

¿Qué es más obsceno, la violencia o un pezón? Este es uno de los interrogantes que plantea la película y que pone en relieve la contradicción americana de permitir la divulgación de imágenes de gran violencia y, en cambio, poner coto a la anatomía femenina. Pero, en realidad, el pezón es solo el caballo de Troya de todo lo demás. Basta con dedicar unos segundos a repasar mentalmente el alud de imágenes publicitarias y pornográficas al que estamos expuestos para comprender el doble rasero del control. La presión se dirige a la mujer, negándole mostrar su cuerpo a voluntad, mientras que la industria tiene vía libre para imponer una imagen femenina determinada, ligándola al erotismo, reforzando su cosificación.

GUERRA CONTRA EL PEZÓN

El problema no se circunscribe a EEUU, traspasando todas las fronteras Instagram y Facebook también mantienen su particular guerra contra el pezón. «Esto sirve para alimentar. ¡A la mierda vuestro patriarcado!». Este categórico mensaje, acompañado de un primer plano de uno de sus pezones, fue lanzado en Twitter por la diputada islandesa Björt Ólafsdóttir en marzo pasado. Se solidarizaba con una estudiante islandesa de 17 años que tomó la iniciativa, pero acabó borrando la foto ante el aluvión de insultos que recibió. Sea por esta acción o por los miles de peticiones que corren por la red, la última actualización de Facebook permite la publicación de madres amamantando. Algo es algo. Aunque deja cierto sabor agridulce que la «liberación del pezón» solo se circunscriba a la lactancia. Objeto o madre, prohibido mostrarse simplemente como mujer.

Vinculada de algún modo a este movimiento, la tendencia a lucir sus prendas sin sujetador se está imponiendo en algunas famosas –reservado para mujeres de pechos pequeños– y ya ocupa varias páginas de revistas. La tendencia pretende ser más que una moda y adquiere visos de reivindicación. Aunque el gesto nos recuerde a la quema de sujetadores de finales de los 60 o al espíritu hippy de Woodstock, las intenciones son muy dispares. Si entonces se jugaba con la liberación de las prendas que encorsetaban como metáfora de la emancipación de la mujer, ahora se pretende reivindicar otra mirada sobre el cuerpo femenino. Una mirada más natural, más real. Alejada de la tiranía del Photoshop o el bisturí.

La necesidad de ofrecer más referentes reales al resto de las mujeres no es un asunto trivial. Especialmente entre las más jóvenes. Modelos de curvas perfectas, pechos voluptuosos, culos de escándalo... Estos son los arquetipos con los que cualquier adolescente topa en sus mundos de referencia. Imposible no contemplarse en el espejo y hacer recuento de las diferencias. Cuando la actriz Keira Knightley accedió a posar para un reportaje fotográfico con su torso desnudo, solo puso una condición: la silueta del busto no sería retocada. Así, su pecho, sistemáticamente aumentado por obra de los retoques informáticos, se mostraba en todo el esplendor de su talla escasa.

En el molde de los estereotipos solo caben los cuerpos creados por la ficción. La realidad nunca acaba de cumplir las expectativas de perfección, incluso la silueta más bella se verá afectada por los años. Hombres y mujeres lo sabemos, y aun así seguimos imponiéndonos exigencias que solo lastran la autoestima, dictando censuras que solo buscan eternizar ciertos roles en las mujeres, asumiendo una dictadura estética y contribuyendo de un modo casi inconsciente a perpetuarla. Aún tendrán que mostrarse muchos pezones para conquistar, también en el cuerpo, la igualdad.