Maravillas de la deconstrucción

Libre, competitivo, innovador, preciso, respetuoso con la naturaleza, un proyecto bueno. Se elige entre listas aleatorias y caprichosas. Algunos podrían pensar que estoy hablando de las no-negociaciones abiertas entre partidos tras las elecciones del 24-M, pero no es otra cosa que la descripción de los requisitos esenciales para la obtención del premio World's Best 50 que la revista Restaurant celebró ayer en Londres. Ya ven ustedes que la cocina tiene sitio en la política.

La salsa de la receta en el Ayuntamiento de Barcelona la pone el procés, y así de clarito se lo dijo ayer Junqueras a una Colau que, incauta, se proclamó alcaldesa la misma noche electoral. O esta «se adhiere a la hoja de ruta», o de tripartito con Collboni nada de nada. Así que todos los esfuerzos poselectorales de Barcelona en Comú mostrándose cercana al soberanismo no han convencido a los de Bosch. La negativa a prestar los cinco concejales para un allioli que no sea independentista deja a Colau pocos recursos para poder gobernar la ciudad con estabilidad, dado que su desprecio a los también cinco concejales de Ciutadans difícilmente ha pasado inadvertido a los naranjas. Y si en Barcelona los ciudadanos eligieron en términos sociales, la alcaldía pasará a cocinarse en términos identitarios. Consecuencias del procés y del multipartidismo de infinitas líneas rojas.

El esgarraet de la Comunidad Valenciana, donde Ximo Puig hace seis días explicaba sus prioridades como president, advierte a Podemos de que la Generalitat no puede estar en manos de los quintos. Así que poco hacen los cuartos de Carolina Punset. Madrid sigue cocinando a fuego lento que Carmena sea investida alcaldesa con la ayuda de los terceros (PSOE), ya que los cuartos (Ciudadanos) son prescindibles aritméticamente.

Las catalanas serán el 27-S. ¿Seguro que están preparados?