Adán y Eva

JOSEP MARIA POU

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Alguien tenía que habérselo dicho. Alguien debía haberles advertido. Alguien debería haber colgado un cartel frente a su jaula: «Es peligroso asomarse al exterior». Nadie lo hizo. Y pudo más su ansia de libertad. Adan y Eva, chimpancés macho y hembra, rompieron los barrotes, miraron al frente, respiraron hondo, se cogieron de la mano y se lanzaron al mundo, ignorando que este mundo es mucho mundo para tanta inocencia, mucho mundo para tan triste animal.

Cuentan, quienes lo vieron, que lo primero fue entrar en el bar del zoo. Criaturas. No sabían que, como en la Alabama de Rosa Parks, allá por los 50 del pasado siglo, había una cosa llamada segregación que prohibía convivir y alimentaba diferencias. Les recibieron a gritos. Nadie se levantó a ofrecerles asiento. Al contrario, quienes se levantaron fue para echarles a gritos y salir corriendo, ellos mismos, en busca del arma reglamentaria. Nadie gritó «¡A la caza!», pero el grito resonó, mudo, sabido, compartido, por toda la isla.

Dicen, quienes estaban, que al salir del bar se entretuvieron jugando con algunos de sus compañeros, residentes en zona abierta. Criaturas. Buscaban, quizás, entre sus iguales, el recibimiento que no les habían dado los humanos. Buscaban, quizás, el abrazo, la celebración, el gesto de acogida, la mano tendida. Querían comunicar, quizás, la alegría de cegarse con el mismo sol. Querían entonar, quizás, el Sempre libera a pleno pulmón. No les dió tiempo. Enseguida llegaron los cazadores y no tuvieron más salida que correr, libertad adelante.

No sabían, tampoco, que hay más animales fuera que dentro. Que hay más miedo fuera que dentro. Más desconfianza. Menos amigos. Más leyes. Ley Orgánica sobre Protección de la Seguridad Ciudadana. Ley de Defensa Nacional. Ley de como te acerques te mato. Ley de no me pises que llevo chanclas. Ley de primero dispara y luego pregunta. Y por no saber, no sabían -¡ay!- que hay una Ley 21/2007, de 7 de noviembre, para el cuidado de los animales, en su explotación, transporte, experimentación y sacrificio. No sabían siquiera que, en su situación, no les alcanzaba ninguno de los cuatro supuestos. Adán y Eva, pareja desde hace muchos años, salieron en busca del paraíso y se dieron de bruces con el infierno.

Llámenme bobo, si quieren; llaménme blando, besugo, estúpido y nenaza. Pero esta noticia es la que más me ha impactado en lo que llevamos de semana.

Y sé que, por suerte, no soy el único.