Al contrataque
Salarios y peleles
No sé qué evasión hemos de alumbrar los creadores hoy para que los ciudadanos puedan sobrellevar contradicciones y paradojas inexplicables
Ángeles González-Sinde
Escritora y guionista.
ÁNGELES GONZÁLEZ-SINDE
En marzo bajó el número de parados. El Gobierno se congratula y se apunta el tanto. Los sindicatos, en cambio, deploran la baja calidad de los nuevos empleos. El barómetro del CIS indica que los ciudadanos estamos más de acuerdo con la segunda percepción que con la primera. Sabemos que la economía está igual o peor porque lo calculamos con un sistema infalible: nuestro monedero. No sentimos que haya recuperación económica, sino que se ha recuperado el sablazo. Nada vale lo que cuesta y nada cuesta lo que vale. Pintar nuestra casa, cortarse el pelo, que nos reparen el coche sigue siendo caro. Al menos para los sueldos que ganamos. Otros titulares lo confirman: «Los sueldos caen, la economía crece», «La patronal ve lejos un escenario de subida de sueldos», «Las grandes empresas congelaron el sueldo y destruyeron empleo». «Los empresarios ven como una ventaja competitiva que los sueldos bajen», «El cerco se estrecha sobre las clases medias».
Mientras tanto en otros lugares se desarrollan actividades de resistencia. Por ejemplo en Nantes, Francia. En la apacible ciudad bretona se celebra desde hace 25 años un Festival de Cine Español. Allí puedes escuchar a Carlos Saura, Fernando Trueba, Paco León o Daniel Monzón departir sobre sus oficios: el de imaginar de otra manera su país, contarlo desde otro lugar con las herramientas de lo posible. Trueba explica su vínculo con la cultura francesa: «Cuando yo era chaval la realidad era tan dura, tan violenta y hostil que por unas horas me evadía a otra que me gustaba más. La literatura francesa, la música y el cine francés me ayudaron a sobrevivir». No sé qué evasión hemos de alumbrar los creadores hoy para que los ciudadanos puedan sobrellevar contradicciones y paradojas cada vez más inexplicables.
Incomprensiones
Es mucho lo que no entendemos. No entendemos que las grandes empresas lácteas pacten precios que dejan a los ganaderos en el umbral de la miseria dependiendo cada vez más de ayudas públicas que salen de nuestros impuestos. No entendemos que algunas grandes superficies pongan productos a la venta por debajo de coste mientras pagan a cajeras y reponedores sueldos de miseria. No concebimos que algunas cosas sean disparatadamente caras y otras tan baratas que alguien tiene que salir perdiendo. No comprendemos que en el 2007 el salario más alto multiplicara 5,9 veces al más bajo y en el 2013 fuera 8,1 veces. No comprendemos que hasta Mario Draghi diga que en algunos países los salarios reales de los nuevos contratos están en niveles de los años 80. Le hace pensar a una en Goya que, como nuestros cineastas, también soñó con Francia. Hay un lienzo, El Pelele, con su muñeco manteado, que habla de nuestra sensación. Peleles somos temiendo que nos quiten la manta y nos peguemos el tortazo.
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