La clave
Pisar el barro
Juancho Dumall
Ha trabajado en las áreas de Política, Opinión y en la edición del fin de semana.
JUANCHO DUMALL
La gestión de las catástrofes es una prueba de fuego para un político. El electorado suele premiar a los dirigentes que están cerca de los que sufren y castiga a aquellos que se quedan en sus despachos durante las emergencias. Así, el socialdemócrata Gerhard Schröder logró una muy difícil victoria electoral en septiembre del 2002 por su decidida acción ante las gravísimas inundaciones por las crecidas del Elba, el Danubio y otros ríos de la Europa central. Las fotografías del canciller con botas de agua y en mangas de camisa dieron la vuelta a los sondeos, hasta entonces favorables a la CDU. Por el contrario, la actuación de George W. Bush durante el azote del 'Katrina' y la evacuación de Nueva Orleans (estaba de vacaciones y se limitó a sobrevolar en helicóptero la ciudad devastada días después del huracán) hundió la popularidad del presidente y de su Administración.
Es evidente que ante una emergencia un político puede tomar decisiones acertadas desde su oficina si está bien informado y asesorado por los expertos sobre el terreno. Pero en la democracia mediática en que vivimos, el ciudadano exige, además de eficacia, cercanía, implicación personal y contacto directo con la espeluznante realidad. Lo entendió Schröder, lo ignoró Bush.
Sánchez, al ataque
Conocedor de estos antecedentes, el líder del PSOE, Pedro Sánchez, acudió el martes a la zona del desbordamiento del Ebro para hablar con los afectados y (sobre todo, no nos engañemos) para recriminar al presidente del Gobierno que no hubiera «pisado el barro». El PP tachó el ataque de gesto populista y fuera de tono. Lo cierto es que dos ministros habían estado en el área (el del Interior, en helicóptero, como Bush) y que el propio presidente se desplazó el viernes a Zaragoza.
Pero el político que ha popularizado las ruedas de prensa a través de pantallas de plasma no defraudó y mantuvo una prudente distancia con los afectados, no fuera que el cabreo de alcaldes, agricultores y ganaderos le estallara en la cara. Rajoy prometió ayudas, no se manchó los zapatos, pero tuvo que oír que las indemnizaciones por la inundación del 2013 todavía no han llegado. Más barro.
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