Una ficción, dos realidades

JORDI PUNTÍ

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Catalunya debe ser uno de los pocos lugares del mundo donde los periódicos publican las listas de los libros más vendidos en dos lenguas -catalán y castellano-. Aunque no sigo mucho las novedades, de vez en cuando me distraigo comparando los títulos que aparecen, porque las diferencias son curiosas y a menudo reveladoras. Es habitual, por ejemplo, que en ambas listas de ficción coincidan varios títulos: traducciones de autores de éxito desde una tercera lengua, sobre todo el inglés, pero también alguna versión en catalán de autores en castellano. En cambio, las listas de no-ficción son casi siempre distintas. Es como si los lectores en catalán y castellano, de Catalunya, compartieran los mismos refugios para la imaginación y el entretenimiento, pero vivieran en mundos paralelos cuando se trata de entender la realidad.

Parte de la responsabilidad es de los editores de no-ficción, que de entrada ya seleccionan los intereses de sus posibles lectores, quizá porque no son mercados similares. Mientras los de castellano eligen temas pensando en sus lectores de toda España, los catalanes cubren un territorio más limitado, por la lengua y las posibilidades comerciales. Esta asimetría se ha notado sobre todo en los últimos dos años y medio, diría, mientras la actualidad de Catalunya estaba dictada por la agenda soberanista y la cerrazón del PP con el posible referéndum. La mayoría de títulos en catalán daba una visión favorable a la independencia, mientras que algunos de los libros más vendidos en castellano apoyaban tesis unionistas.

Puede ser casualidad, o cansancio, pero el panorama se ha diversificado con el auge de los nuevos partidos y el caso Pujol. En los libros en catalán ganan presencia cuestiones derivadas del proceso, como el debate sobre el bilingüismo (Pau Vidal) o la formación de la identidad catalana a lo largo de la historia (Josep Fontana). En castellano se imponen los ejercicios de memoria sobre la Transición, buscando la nostalgia popular (Yo fui a EGB) o la mirada polémica sobre el poder cultural (Gregorio Morán). Observar el pasado para entender el presente, pues, cada cual a su aire.