OPINIÓN
Cuando la belleza no es un grado
Carlos Obeso
Profesor de ESADE Business and Law School (URL)
CARLOS OBESOProfesor de ESADE Business and Law School (URL)
CARLOS OBESO
En los medios de comunicación y en el sector servicios, el atractivo físico es una baza laboral. En los puestos directivos, o en las profesiones liberales, tendría que ser irrelevante ya que en estos niveles se contrata o promociona a las personas por sus conocimientos. Sin embargo, también aquí la imagen puede ser determinante, con matices. En el sector del ocio, prima lo físico: la belleza y el atractivo sexual. En el directivo o profesional, los aspectos sociales son más valorados: saber presentarse y vestir, el don de gentes, el poder de convicción y el cuidado del cuerpo. Por el contrario, el atractivo sexual puede recibir un severo castigo, por ser algo indecoroso en estos contextos, sobre todo para las mujeres. De hecho, es lo que ocurre.
Para la socióloga Catherine Hakin, en su libro «Capital erótico», la belleza suele ser causa de discriminación de género. Los estudios sobre decisiones de ascenso dejan patente que el atractivo femenino es objeto de una ambigüedad mayor que el masculino y la recompensa económica al atractivo es considerablemente mayor para ellos que para ellas. Los hombres atractivos y las mujeres no atractivas son vistos como más «masculinos» y resueltos y, en consecuencia, como poseedores de los atributos de los buenos directivos. Detrás de este razonamiento subyace la premisa de que la mujer atractiva tiene más posibilidades de casarse con un triunfador, abandonando su propia carrera.
En un estudio de Harper B, «Belleza, estatura y mercado de trabajo», se constata cómo entre las ocupaciones liberales los hombres atractivos ganan un 14% más que los no atractivos, mientras que en las mujeres el diferencial es del 3%. La altura también jugaba a favor de los hombres, con un diferencial de 17% frente al 12% de las mujeres. Pero en el sector servicios, la altura es claramente discriminatoria: los hombres altos ganan un 34% más que los bajos y las mujeres altas pierden un 3% frente a las bajas.
Los jesuitas, con su fina inspiración, hace tiempo descubrieron la fuerza del atractivo personal. En su libro «Suaviter in modo, fortiter in re: apariencia y realidad en los jesuitas primitivos» el historiador Hopfl H. explica que, para entrar en la orden, existía una rigurosa selección para garantizar que todos los sacerdotes jesuitas fuesen, además de convincentes, personalmente presentables.
La apariencia y el atractivo son importantes en el mundo laboral. Pero no es un valor absoluto. La inteligencia y los estudios siguen siendo un factor determinante, explicando casi un 80% del éxito o fracaso laboral, mientras que el atractivo físico explica un 13%. Es decir, el gimnasio puede ayudar a nuestro devenir laboral, pero la inteligencia y el estudio siguen siendo determinantes. Incluso para ser boxeador. O catedrático.
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