Análisis
Facilitar la renovación necesaria
Mantener el coche en unas buenas condiciones no es opcional, sino un deber social. Con un edificio pasa lo mismo
La noticia de que solo uno de cada cuatro edificios de Barcelona pasa la inspección técnica no es estrictamente nueva. Es la repetición, empeorada, de otra de febrero del 2013 cuando con motivo de los dos años de implantación de la ITV de los edificios, la prensa ya evidenció su fracaso. En aquel momento el director de la Agència Catalana de l'Habitatge, Jaume Fornt, salió al paso echando la culpa a arquitectos y aparejadores: «Ante la duda, los técnicos califican los desperfectos de graves, para curarse en salud». Y para solventarlo prometió una normativa más clara antes del verano del 2013. Pero han pasado dos años y estamos en las mismas. Ahora dice que la reforma será en abril. Mientras, el calendario de revisiones acumula retrasos: ya deberían estar revisados los edificios de antes de 1960. Y los de 1960 a 1970 deberían estar inspeccionados antes de acabar este año. Pero va a ser, de nuevo, que no. La década de los 60 fue fatídica desde el punto de vista constructivo, coincidente con el boom edificatorio, que con sus prisas creó patologías como la aluminosis y prefabricados muy deficientes. De momento, la Administración ha sido incapaz de crear un instrumento eficiente para controlar el parque de edificios. Con la crisis, aparejadores y arquitectos capaces y disponibles hay a porrillo y el coste de los informes es muy económico y está estipulado en unas tablas oficiales.
Aun así, este decreto que prepara la Generalitat es correcto y necesario. Vela por la seguridad del conjunto de ciudadanos, pues las edificaciones constituyen un potencial peligro con el paso del tiempo. Esta evidencia no es del todo entendida por ciertos propietarios, que aún viven con mentalidad pretérita pensando que un edificio acabado solo genera ingresos. Sin contar con la ley de la gravedad y otras muchas leyes físico-químicas que se empeñan en desmontar lo que el hombre se empecina en levantar.
A todos nos parece lógico ir al médico de vez en cuando. Un organismo vivo va sufriendo cambios que requieren cuidados y curas. Solemos hacer un primer gran chequeo al pasar de los 40 años; esta ITE obliga a a hacerla a los edificios precisamente a los 45 años. También estamos familiarizados con la ITV de los vehículos, para evitar daños no solo propios, sino a terceros. Aquí debe intervenir la Administración, porque mantener el coche en condiciones no es opcional, sino un deber social. Con un edificio pasa lo mismo.
El decreto solo afecta a edificios con varias viviendas, pero debería extenderse a cualquier tipología edificatoria. Cada año asistimos a desprendimientos de cornisas que provocan accidentes y esporádicamente a fatídicos derrumbes. Sin ser alarmistas debemos entender estas revisiones obligatorias como una oportunidad, no un castigo: nos explican la realidad, aportan información y soluciones para las reparaciones necesarias. Pero además puede ser motivo de mejoras para lograr mayor confort y conseguir ahorro energético y de mantenimiento. Revalorizan el inmueble y alargan su vida útil. La buena arquitectura con cuidados periódicos, para envidia humana, puede durar siglos.
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