Opinión

Disgusto atenuado

MANEL LUCAS

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Lo único que me consuela del partido de ayer es que no creo posible que el Espanyol vuelva a perder dos oportunidades tan claras de marcar como las que tuvieron ayer de Caicedo y Stuani. Dos veces gritando gol y quedándome con la L resbalando por las comisuras en descenso. Dos genialidades desperdiciadas, algo definitivo en un equipo que no suele disponer de tres docenas de ocasiones similares por partido. Si precisamente parte del exitazo de esta arrancada de año del Espanyol se basa en la efectividad de los delanteros, tiene sentido que el día en que se malgasta la efectividad se pinche el globo.

Los goles, además, modifican las dinámicas de un partido, la moral de los jugadores, y no sólo alteran el resultado cuantitativamente sino también porque deprimen o espolean a unos y otros. Si Caicedo hubiese marcado, puede que no se hubiera dado el gol de Piatti. Y sin duda, si la pelota de Stuani no la saca el defensa valencianista en el rush final hubiera sido realmente distinto. No estoy hablando de un fenómeno de fantasía del estilo Regreso al futuro, en que una modificación del pasado remodela todo lo que sucede a continuación; estoy hablando del estado de ánimo consecuente a una acción u otra: entra el gol, y aguijonea a un equipo mientras descentra totalmente al otro. El Espanyol posterior al 0 a 1 deambuló por el césped al menos un cuarto de hora con más nervios que músculo por el campo.

Durante gran parte del encuentro creímos que iba a caer otra victoria; le hemos perdido el miedo al Valencia, como al Sevilla, y no solo por la Copa, sino porque hemos visto que cuando el Espanyol se mueve con alegría se quedan las diferencias teóricas de potencial en papel mojado. Diría que también lo creyeron los futbolistas blanquiazules, por eso cuando vieron que se les escapaba el partido reaccionaron con esa mala uva de la última falta, enzarzándose estúpidamente en una pelea yerma -todas lo son- y perdiendo más de un minuto del descuento, cuando aún quedaba un aliento de esperanza de conseguir el empate.

El disgusto, sin embargo, lo atenúan dos cosas: que aún estamos convencidos de vivir en el período de gracia que tanto se ha elogiado por doquier, y que creemos firmemente que el miércoles se dará un primer paso para eliminar al Athletic y pasar a la final de la Copa. Por supuesto, se trata de una creencia con un fundamento relativo, porque lo mismo deben de pensar en Bilbao, y con similares motivos. Pero los antecedentes de octavos y cuartos de final nos arman de razones, y nadie nos quitará la ilusión, de momento.