Editorial
Repunte de la vivienda nueva
¿Ha purgado el sector de la promoción de viviendas los excesos que originaron un estoc inasumible? Esta era la pregunta que nos hacíamos ayer en la información publicada sobre la ligera reactivación del sector de la vivienda nueva por una demanda que empezaba a saturar un determinado mercado inmobiliario.
En realidad, hay que precisar bien la situación. Aún nos encontramos en los momentos más bajos de construcción de obra nueva en Catalunya -unas 4.000 viviendas el año pasado- frente a unas 20.000 en situación normal (no especulativa). Esa demanda insatisfecha se concentra en puntos muy concretos de la geografía catalana -Barcelona, su primera corona metropolitana y algunos núcleos turísticos-, fenómeno extensible al conjunto de España. Junto a esta oferta conviven bolsas de promociones vacías, básicamente en manos de entidades financieras y de la Sareb, con difícil salida por la caída de la actividad económica y la pérdida de valor de la construcción como inversión en sí misma. Por lo tanto, nos encontramos ante un fenómeno limitado que, como el del incremento de la venta de vehículos, indica que la economía empieza a moverse, aunque muchísima gente aún lo esté pasando mal.
En el caso de la promoción de viviendas hay que ser muy cautos. Primero, porque no hemos de esperar una recuperación del sector hasta cotas de antes del 2007. El retorno a la burbuja inmobiliaria, a la especulación, ya hemos visto cómo acaba. En el PIB del país, el sector de la vivienda tiene que recuperar músculo, pero en su justa medida. Y por eso, en segundo lugar, hay que tener claro que no hay que poner el acento solo en la obra nueva. Los especialistas recalcan la importancia que puede tener la rehabilitación. Hay un amplio parque de viviendas infradotadas a las que se puede sacar partido. Con ello racionalizaremos el coste energético, recuperaremos espacios degradados y movilizaremos recursos humanos que hoy engrosan las listas del paro de larga duración. Y en esa definición de objetivos es importante también que las políticas públicas faciliten estímulos fiscales dirigidos a cuestiones muy concretas, que eviten a toda costa la generación de nuevas burbujas. La memoria es débil, pero no podemos permitirnos nuevos errores de ese tamaño.
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