Pequeño observatorio
Mi tímido amor por la gorra
El sombrero y los gestos de cortesía que llevaba consigo han pasado de moda
Josep Maria Espinàs
Periodista y escritor
JOSEP MARIA ESPINÀS
En un artículo muy creativo, Jordi Graupera trata de Nueva York y el invierno. Uno de los tres apartados del texto lo titula así: «El frío es el cerebro». Me ha sorprendido porque ya hace días que decidí sacar del armario una vieja gorra y ponérmela para salir a la calle. Es una gorra inglesa clásica. Esconde una etiqueta minúscula que garantiza que está hecha en las Islas Británicas. Cuando yo era un niño, y salía a pasear con mis padres, me ponía una gorra como esta y un día una señora conocida de mis padres me miró y me dijo: «Eres un inglesito».
Ahora no puedo decir de dónde ha salido la gorra que me he puesto estos días de invierno. Como no se ven muchas gorras y no me gusta hacer el excéntrico, cuando encuentro un conocido me justifico: «Me han dicho que el frío entra por la cabeza». Y más si el cabello ya me va abandonando. Lo he consultado con un amigo, eso de que el frío entra por la cabeza, y me ha confirmado que sí, que a él también le pasa y que además le entra por los pies, y he llegado a una conclusión: el frío entra por las extremidades. Por la cabeza, las manos, los pies. Renuncia a entrar por el pecho, por el vientre, es decir, por donde hay más masa de carne y grasa. La piel de cabeza, manos y pies es más delgada, más sensible a la temperatura. Por eso nos defendemos con calcetines, guantes, bufanda, sombrero o boina. O con esos gorritos de lana que están de moda. Son las armas que permiten retener el calor corporal.
Tiempo atrás, cuando una señora encontraba por la calle a un señor conocido le decía cuando veía que se quitaba el sombrero para saludarla: «Cúbrase, por favor». Esta cortesía ha pasado más de moda que el propio sombrero. En algún rincón de casa aún guardo alguno. Ya no me veo con ánimos de ponérmelo. La gorra, en cambio, encaja con mi frustrada vocación british. Y si me avergüenzo cuando se me acerca alguien, puedo doblarla y esconderla en un bolsillo. Tengo para la gorra un amor tímido.
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