Análisis

Las intuiciones del BCE

RAMON XIFRÉ

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Se abre una semana que puede ser decisiva para el futuro de la Unión Europea. El jueves, el Banco Central Europeo podría finalmente instaurar un programa de compra de deuda pública y el domingo vota Grecia. En esas elecciones, muchos ciudadanos parecen inclinarse por dar la confianza a Syriza, un partido que no solo rechaza abiertamente cómo se ha gestionado la crisis en Europa sino que, curiosamente, incluye en su programa reclamar al BCE medidas parecidas a las que se espera que anuncie el jueves.

Sobre el programa del BCE, todavía no se sabe cómo será exactamente porque hay múltiples diseños y parámetros posibles, pero parece que se regirá por dos principios básicos que, a su vez, tratan de dar respuesta a dos restricciones fundamentales. En primer lugar, que cada Estado asuma el riesgo de estas operaciones de compra de deuda pública (peaje imprescindible para que el socio fundamental, Alemania, pueda explicar la jugada internamente). A cambio, el programa debe tener un tamaño y potencia suficientes (este tipo de estímulos solo son eficaces si se plantean a gran escala). Cinco años después de que EEUU activara algo similar, por fin parece que la UE se decide. Desde cierto punto de vista, un retraso injustificado y absurdo que ha perjudicado a muchos ciudadanos. Pero, mirando el vaso medio lleno, hace 10 años era prácticamente imposible imaginar que la integración económica europea llegaría a estos niveles.

Frenar la inflación en la zona euro

Los objetivos inmediatos del plan de Fráncfort son frenar la caída de inflación en la zona euro, animar a las entidades financieras a conceder crédito nuevo al sector privado y facilitar que el sector público estimule a la economía. Naturalmente estas medidas se toman porque el BCE, a diferencia de Mariano Rajoy, percibe que la recuperación económica es débil, las perspectivas, pesimistas y los riesgos, múltiples.

Ahora bien, Mario Draghi ya ha dejado claro que, en su opinión, las medidas de política monetaria, convencionales o no, que adopte el BCE solo pueden crear las condiciones para la recuperación pero no bastan por sí solas. Es imprescindible que los países resuelvan sus problemas económicos internos y tomen decisiones. De hecho, en la medida en que el BCE toma nuevas medidas para estimular la economía, deja más al descubierto las acciones u omisiones de los Gobiernos en materia de política económica nacional. Con estos movimientos Draghi, y los apoyos que tiene en la UE, no buscan solo reparar el funcionamiento del mecanismo de trasmisión de la política monetaria. Probablemente pretendan algo más directo: remover las excusas y pretextos en los que algunos Gobiernos o partidos se escudan para no afrontar las decisiones políticas difíciles que el momento requiere.

Con toda seguridad, el BCE analiza muy atentamente los modelos de previsión de la inflación pero se hace difícil pensar que, llegado el momento de las decisiones, ignore lo que sucede en las plazas de Atenas, Madrid, Barcelona o Roma. De hecho, y aunque la política y los bancos centrales deberían ser como el agua y el aceite según el manual, es probable que en Bruselas, Fráncfort y Berlín compartan intuiciones sobre cómo tratar a nuevos líderes políticos que se presentan ante los ciudadanos con programas económicos heterodoxos pero con opciones reales de gobernar.