La clave
Educar perjudica la salud
Omisiones como la de la escuela pública Ramon Llull de Rubí merecen un severo suspenso
Enric Hernàndez
Director
Director de EL PERIÓDICO desde el 2010 y licenciado en Ciencias de la Información por la Universitat Autònoma de Barcelona. En 1998 se incorporó al diario como redactor jefe de Política en Madrid. Un año más tarde, asumió la jefatura de la delegación y, en el 2006, fue nombrado subdirector. También trabajó en 'El País' como director adjunto y en el diario 'Avui', donde inició su carrera profesional.
ENRIC HERNÀNDEZ
Las tres calderas de la escuela pública Ramon Llull de Rubí, que acoge a 450 niños de entre 3 y 12 años, han dejado de funcionar. Dos se estropearon en noviembre, cuando el frío empezaba a acechar el Vallès Occidental, y la tercera falló el pasado lunes, en los albores del crudo invierno. Si en la escuela franquista los niños debían acarrear el carbón para el brasero del maestro, aquí algunas familias han aportado calefactores eléctricos para subir la temperatura de las aulas, donde de buena mañana el termómetro marcaba ocho grados. Pero ha sido en balde, pues la instalación eléctrica carece de la potencia suficiente. Así que ayer la dirección del CEIP recomendó a los padres que no llevasen a sus hijos al colegio: «La calefacción hoy tampoco funciona». Divulgar el caso surtió efecto: horas después ya funcionaba.
No hay por qué suponer, de entrada, que la tardanza en reparar la calefación de la escuela Ramon Llull se deba a la crisis económica, a los dichosos recortes educativos o a algún funcionario misántropo. Ni tampoco descartarlo. Sería osado achacar la precaria situación de estos 450 escolares a una conducta negligente de la Administración, sea el Ayuntamiento o Ensenyament. Tan osado como desechar tal hipótesis. Pero cuesta de entender que ningún técnico haya acudido al centro para revisar las instalaciones hasta que todas las calderas han fallado, hasta el extremo de que educar a los niños perjudicara gravemente su salud.
Me pregunto qué habría hecho César Bona, aclamado como el mejor profesor de España, si en el cole zaragozano donde imparte clases de primaria se hubiera averiado la calefacción. Igual habría mostrado a los niños cómo combatir el frío sin energía. O habría propuesto un ejercicio práctico muy movido para que los chavales entrasen en calor. O les habría animado a redactar una carta destinada al culpable del despropósito. Ingenio y creatividad frente a la falta de medios.
Suspenso en sensibilidad
La formación de nuestros hijos precisa, seguro, el compromiso de docentes y padres, así como la sensibilidad de las instituciones con las necesidades de la escuela pública. Por eso omisiones como la de Rubí merecen un severo suspenso.
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