OPINIÓN

A Joan, de todo corazón

JOSEP ANTONI DURAN LLEIDA

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El jueves quería pasar por el Clínic para a ver a Joan Barril. Séptima escalera, tercer piso, en la uci. Pero las votaciones en el Congreso no me permitieron tomar el puente aéreo antes de las ocho de la tarde y, finalmente, fui el viernes por la mañana. Al llamar por teléfono a su esposa, Glòria, nadie me respondió ni a su móvil ni al de Joan. Inquieto y sin perder tiempo, me acerqué al hospital. Minutos después, con voz rota, Glòria me dijo: «Ven que Joan se va».

Estaba ya en la puerta de la séptima escalera y en unos segundos enfilé hacia la tercera planta. El monitor del control clínico y los rostros de Glòria y de una amiga dejaban muy claro que Joan se iba. ¡Antes de tiempo !, como repetían la mujer y los hijos de Joan, que se acercaban y expresaban el amor por su padre. Para mí, ha sido la primera vez que he visto marchar un amigo tan de cerca.

Joan Barril se hacía querer. Desde hacía muchos años disfrutaba de su amistad. Teníamos la misma edad. No coincidíamos en todo, por supuesto, pero cuando estábamos juntos no lo parecía. Muchas veces he pensado en ello y solo encontraba una respuesta: Joan sabía darlo todo al otro. Era generoso, a pesar de que su generosidad no siempre fuera correspondida. Amaba la vida, la paladeaba con su grandiosa vitalidad por los detalles más pequeños, por las cosas pequeñas que lo hacían tan grande. Pocas veces la había visto enfadado y, a pesar de que las circunstancias no siempre se lo pusieron fácil, se ocupaba de los que amaba, con sus padres a la cabeza. Yo no puedo decirle nada más que gracias y pedirle perdón por no haber estado a la altura de su amistad. Habíamos vivido momentos tristes y alegres. Habíamos compartido pensamientos y reflexiones. Habíamos viajado juntos. Todavía recuerdo aquella final de la Champions en Atenas donde después de que el Milan nos apalizara pasamos horas y horas vagabundeando por el aeropuerto helénico  con miles de culés.

Joan había dado la cara por mí. Se había mojado apoyándome públicamente en una campaña electoral y sufrió por mi culpa la ira y el sectarismo de los colegas que no digirieron esta generosidad. Su respuesta fue hacerse militante de Unió. Sé que lo hizo por mí y nunca se lo habré correspondido de forma suficiente. Me quedará el recuerdo de su amistad, de la prosa de su poesía y de la poesía de su prosa. Leerlo y escucharlo era como un bálsamo para el espíritu. Reconfortaba el alma. Su programa La República con sus propósitos para cada día, sus artículos, sus novelas, sus cuentos ... serán siempre el recuerdo de una preciada compañía.

Espirtualidad y bondad

Joan, te seguiré leyendo y en mi interior te seguiré escuchando. La partitura de tu espiritualidad nos seguirá acompañando. Echaremos de menos tu bondad. Echaremos de menos tu amistad, pero el recuerdo que nos has dejado permanecerá para siempre. ¡Gracias, Joan! ¡Te deseo de todo corazón un buen viaje!