ANÁLISIS
Obama sí puede
Rafael Vilasanjuan
Periodista
RAFAEL VILASANJUAN
¿Tiene derecho Obama a actuar por su cuenta? A diferencia de otras democracias, la ley en EEUU no funciona por decreto del Gobierno; solo puede salir de mayorías en el Congreso. Sin embargo el presidente mantiene la capacidad de ejercer su poder ejecutivo para adaptarla cuando no cumple el espíritu, o cuando no responde a la realidad a la que pretende hacer frente.
Como en tantos otros países, incluido el nuestro, la inmigración se ajusta siempre al cálculo electoral antes que a la necesidad social o económica. Solo mencionarla se convierte en una cuestión radioactiva, que en EEUU mantiene al menos a 11 millones de personas en situación ilegal, trabajando en el mercado negro y amenazados con la expulsión. En palabras de Obama los que «recogen la fruta o nos hacen la cama» deberían también tener derechos.
Por eso tras años de debate estéril en el Congreso, sin nada que ofrecerle para firmar, Obama ha decidido pasar de sus discursos impecables a la acción ¿Puede permitirse el país de las libertades mantener a uno de cada 20 trabajadores en régimen de clandestinidad?
«Déspota», «absolutista», tras una polarización ideológica insoportable a Obama le llueven las críticas por adaptar la legislación sin esperar resultados de un Congreso bloqueado por una mayoría contraria. Frente a la realidad de este sistema tan pulcro de división de poderes, los republicanos consideran que la democracia está en riesgo, sin embargo el ataque al presidente, al que ya tildaron de comunista por adaptar mínimamente la cobertura sanitaria a los más excluidos, tiene difícil explicación.
La misma fórmula
La actual ley de inmigración se aprobó en 1951; desde entonces todos los presidentes, desde Eisenhower, han utilizado la misma fórmula para hacer frente a situaciones no previstas que afectaban a ciudadanos extranjeros. Es lo que ha permitido que la primera potencia mundial fuera no solo referente económico, también de libertades, facilitando la entrada a polacos, húngaros o cubanos que huían del comunismo, iranís perseguidos por la revolución, ruandeses víctimas del genocidio o chinos tras la masacre de Tiananmen.
El debate sobre si Obama se está saltando los principios democráticos es absurdo. En el sistema estadounidense no porque el presidente lo diga, algo es legal, pero de la misma manera no porque algo no le guste al Congreso se convierte en ilegal. En ese juego de poderes, Obama no ha cambiado la ley, solo las reglas.
Tal vez eso es lo que más molesta, que aun en minoría recuerde que tiene poder y que quiere utilizarlo a favor de quienes no lo tienen. Si los republicanos quieren frenar el deseo del presidente, tienen un camino: ganar las próximas elecciones a la Casa Blanca.
Para conseguirlo van a tener que explicar, en una nación creada por inmigrantes, porqué criminalizan a los cinco millones, -casi la mitad de todos los ilegales- a los que Obama no les prometió la ciudadanía, pero sí protección para no ser expulsados.
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