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Semanas de 7 vías

RISTO MEJIDE

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Que a quién voto. O a quién he votado. O a quién votaría si se celebrasen hoy las elecciones. Menuda preguntita. Sobre todo ahora, que la mayoría del país se arrepiente de haber votado a los que luego se lo llevaron crudo, y encima tampoco se vislumbra una alternativa ya no útil, sino simplemente decente.

Claro que se podría votar en blanco, pero mientras la ley electoral no cambie, eso es ponérselo más fácil al poder, al status quo, a los partidos mayoritarios y más difícil a las minorías, o lo que es lo mismo, a los que se supone que les tendrían que dar una patada en el culo. En este país, votar en blanco significa respaldarles con los ojos en el mismo color.

Y por tanto, en qué quedamos. No me rehúya la preguntita. Que a quién voto. Que a quién he votado. Que a quién votaría si se celebrasen hoy las elecciones. Venga, va, valiente, democratícese y mójese, que no está el país para medias tintas.

Pues mireusté. Depende del día de la semana. Sí, sí, llámame chaquetero, pero es que igual que me cambio todos los días, la política para mí no tiene dos vías o tres como algunos nos intentan hacer creer, sino, como mínimo, siete. Y porque no hay más días. Que si no, me faltarían partidos.

La semana de 7 vías comienza con un día negro. Los lunes al sol en los que se encuentra más de una quinta parte del país. Por eso, los lunes votaría muy fuerte a Podemos. Es el día que más estoy cabreado y me da igual hacia dónde vayamos, me da lo mismo si no tiene proyecto, ni dirección, siempre y cuando nos saquen de donde estamos. Un aplauso en toda la cara a los que nos han llevado hasta aquí. Un desahucio en toda regla, pero por fin en sede parlamentaria.

Claro que de Guatemala siempre podríamos acabar en Venezpeor. Así que los martes, que ni te cases ni te embarques, votaría a Izquierda Unida, que no se sabe si va o si viene, si es casta o novia sumisa del anterior. Los martes además tienen algo del cabreo del lunes, pero ya se va matizando. Que si no hay que ser tan rupturistas, que si veamos cómo avanzan las encuestas, que si refundemos semana a semana, que si Inmoral Santín, que si tenemos más historia que los nuevos lunes, que si ni contigo ni sin ti…

Enseguida nos encontraríamos en un miércoles cualquiera. A medio camino de la semana laboral. Un gris de lo más fondo de armario. El día del espectador en los cines. Una jornada ideal para que nos cuenten películas. Un PSOE en toda regla. Una alternativa tan creativa que no es capaz de exigir la dimisión de Ana Mato al día siguiente de su extraordinaria gestión del ébola, pero eso sí, igual te propone acabar con el ministerio de defensa, como que se realicen funerales de estado cada fin de semana. Y cada día una nueva desilusión.

Una vez desengañado de tanto soufflé, llegaría el jueves. El día que está en medio de todos los saraos. Desde la Gürtel hasta la Falla que tienen montada en Valencia o los papeles de Bárcenas, pasando por el gobierno del plasma, que no le pregunta a nadie ni acepta ser preguntado. Si me da por estar en el epicentro del mamoneo, de la soberbia parlamentaria y del desgobierno generalizado, me daría de pronto por votar al PP. Hala, ahí la llevas. Cuatro años más a comulgar con ruedas de molino del tamaño del Aeropuerto de Castellón. O de las gónadas de Rodrigo Rato. No sé cuáles pesarían más.

Y por fin es viernes. El día que llevabas toda la semana esperando. Es momento de desmadre. Del descontrol. Ahí hay que votar a los verdes. A los naturistas. A los veganos. Hala, a follar todos bajo un árbol. Y que le den a las estructuras, todos a pillar las bicis, a dejarse los pelos del sobaco y a comer tofu.

Y no abandonamos el sexo, porque el sábado sabadete, votaría a alguien simplemente para joder. Un UPyD, un Esquerra Republicana, o mejor, un CiU con Jordi Pujol al frente de nuevo. Aunque también les puedes dar a muchos por detrás con un Ciutadans, un Guanyem o un PNV. Siempre que no hagan como las telecos o como las parejas: que ni te exijan compromiso de permanencia ni te llamen a media siesta para preguntarte si estás satisfecho con tu actual relación.

Qué maravilla sería tener siete días para votar. O quince, como en la consulta de Mas. El problema es que nos suelen hacer votar en domingo. Y ése es justo el día en el que tengo que escribir.

Eso sí es una papeleta.