La clave
El declive del Puente Aéreo
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
ALBERT
Sáez
Iberia se plantea suprimir o subcontratar el Puente Aéreo entre Barcelona y Madrid. No es rentable. La caída de la demanda se atribuye básicamente a la competencia del AVE, que en seis años se habría quedado con un mercado menguante por la crisis. El Puente Aéreo se presentó como un ejemplo de la modernidad tardofranquista. Esa España que, sin ser democrática, se incorporó a la economía occidental gracias a las divisas del turismo y a la industria basada en las franquicias de las grandes multinacionales europeas y norteamericanas.
El Puente Aéreo vivió su máximo apogeo durante los Juegos Olímpicos del 92, cuando una España democrática e integrada en Europa vivió un estallido de modernidad gracias a la colaboración y a la transacción entre lo público y lo privado. Los ejecutivos de las incipientes multinacionales catalanas y españolas siguieron viajando entre Madrid y Barcelona en avión a pesar de que aquel año se puso en marcha el AVE Madrid-Sevilla. Una maniobra justificada con la idea de que daría un impulso a la economía andaluza. Lo cierto es que sirvió básicamente para que los señoritos llegaran antes a las cacerías o a la feria mientras los ejecutivos seguían secuestrados en los aviones y en los retrasos de Iberia. Opciones de país.
Han bastado seis años para que el mercado corrigiera lo que la política quiso amañar. El AVE se ha impuesto, impulsado por una crisis que ha eliminado las reuniones inútiles y los banquetes de negocios. Los ejecutivos ahora se mueven lo imprescindible, tiran de videoreuniones o simplemente han cerrado la empresa. El Puente Aéreo ya no sirve ni para figurar, más bien se considera síntoma de despilfarro entre clientes y accionistas.
Una metáfora
Con el Puente Aéreo se acaban muchas cosas. Una cierta manera de hacer negocios y de hacer política. Quienes pretenden mandar en la Catalunya y en la España globales ya no caben en cuatro aviones. La política en el entorno europeo no deja margen para mantener monopolios privados deficitarios con subvenciones públicas. La racionalidad del tren se impone. ¿De qué vivirán ahora los que hicieron del Puente Aéreo su razón de ser empresarial y política?
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