Inventarse de nuevo y en libertad
La cultura de la aversión al riesgo se resiste a disolverse en nuestro entorno
Xavier Martínez-Celorrio
Profesor de Sociología de la Universitat de Barcelona.
XAVIER MARTÍNEZ CELORRIO
Dejar el trabajo de siempre y un salario asegurado, en plena crisis, para emprender un cambio radical de vida puede parecer temerario. No hablamos de personas en paro que capitalizan prestaciones y ahorros para convertirse en autónomos. Sino de personas ocupadas en profesiones y lugares de trabajo estables que, cansadas de su rutina acumulada, se reinventan con un nuevo proyecto vital. Una operación de riesgo que puede ir bien o no tan bien en función de las habilidades de cada uno o de la suerte. En todo caso, son ejemplos de transformaciones individuales que nuestra sociedad no acostumbra a incentivar sino más bien a censurar.
Las trayectorias vitales en la edad adulta suelen seguir un esquema lineal, una vez superados los vaivenes de la transición juvenil. El desempleo y la precarización hacen retardar la emancipación de los jóvenes y la formación de nuevas familias. Pero una vez consolidada la posición laboral nos encuadramos en un estilo de vida familiar que, salvo divorcios y rupturas, se presupone largo e invariable hasta la vejez.
Este esquema lineal y previsible suele reforzarse en situaciones de crisis como la actual, con respuestas conservadoras que evitan optar por salidas de riesgo. Más vale malo conocido que bueno por conocer, dice el refranero. Dejar el trabajo asegurado y la esfera de confort, en plena crisis, es algo etiquetado casi como una locura en sociedades conservadoras. Pero en culturas más abiertas al riesgo y el cambio son comportamientos valorados en positivo.
La forma en que una cultura o un contexto social valora o desvaloriza la reinvención individual nos dice mucho sobre esa cultura y su sistema de valores. Un indicador puede ser la facilidad o no para emprender nuevos negocios, lo que refleja tanto el grado de libertad económica como la aceptación social del emprendizaje. España sale muy mal parada. En los diferentes rankings del Banco Mundial Doing Business, España ocupa el puesto 142 entre 189 países analizados. Es más fácil abrir nuevos negocios en Uzbekistán, Túnez o Zambia.
Aquí, la pesada burocracia de trámites, permisos y largos plazos sigue limitando y castigando a los emprendedores y autónomos con iniciativa. Se sigue reproduciendo una cultura de aversión al riesgo, de envidia del éxito ajeno y de censura latente de los sujetos más creativos e innovadores. Es un poso cultural que se resiste a disolverse por más leyes de emprendedores y reformas que se aprueben.
El contexto cultural, del cual emanan las regulaciones y leyes, sigue siendo hostil al emprendizaje y pone obstáculos añadidos para hacer viables las reinvenciones individuales. En el actual contexto de crisis es esperable que muchos individuos se replanteen sus vidas y opten por transformarse, reinventarse o renacer de nuevo. Algunos lo hacen por sí mismos. Otros muchos no acaban de dar el paso pero se apoyan en la nueva religión del coaching y libros de auto-ayuda. Todos buscamos referentes y apoyos para evolucionar. Es una constante histórica y humana.
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