La clave
Alerta, vuelve el ladrillo
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
ALBERT SÁEZ
En el segundo trimestre del 2014, la actividad constructora en España creció un 34% respecto del mismo periodo del año anterior. Es una pésima noticia. Y que me disculpen los empresarios y trabajadores del sector. Volver a hinchar la burbuja cuando todavía quedan 652.000 viviendas sin vender de la anterior indica alguna distorsión, puesto que la dinámica de mercado exigiría mayor contención de la oferta hasta agotar el estoc. Es pronto, pero hay que preguntar a los expertos si el saneamiento de la banca (justificado por la protección de los impositores) no ha servido para salvaguardar algunas inversiones de quienes deberían estar arruinados por su mala cabeza como promotores, constructores o prestamistas.
También es urgente que los expertos nos aclaren el peso de la recuperación de la construcción en la incipiente mejora del cuadro macroeconómico español. El milagro de Rajoy está fuera de duda si miramos únicamente los libros de la contabilidad nacional. La realidad de la calle es otra bien distinta. Y la verdad es que estamos escamados con los milagros del PP. No sea el caso que este crecimiento del PIB con un 25% de paro esté tan dopado por la construcción subvencionada como lo estaba el «España va bien» de Aznar a base de hipotecas basura.
'House of debt'
Como en Estados Unidos no tienen una casta a la que derrocar ni una Merkel a la que culpar de todos sus males, el debate académico sobre la crisis que empezó hace seis años sigue vivo y coleando. Tras el éxito de Thomas Piketty y su teoría de la acumulación descomunal de la riqueza, ahora la obra de moda es House of debt, de Atif Mian y Amir Sufi. Entienden estos economistas que el origen de la crisis del 2008 estuvo en el colapso del consumo derivado de la desigual distribución de la deuda, que, aun siendo alta, no era excesiva. El huevo de la serpiente estaba en la baja retribución del trabajo, que empujó a los menos favorecidos a endeudarse para mantener el consumo. Era aquello de lo que tanto presumía Aznar: no subimos los sueldos pero bajamos los tipos de interés. Y la deuda fue hipotecaria. El resto ya lo sabemos.
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