La clave
Los dedos destructores
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
ALBERT SÁEZ
Esta mañana se sentarán frente a frente en la Moncloa dos dirigentes nombrados a dedo. Mariano Rajoy, por el del líder que obró el retorno de la derecha española al poder por la vía democrática. Artur Mas, por designio del patriarca (ya no le queda ningún otro título) del catalanismo contemporáneo. Un potente sol de verano proyectará sobre la reunión las largas sombras de Aznar y Pujol, los antiguos amigos en el Majestic hoy marchitos. Uno porque la lista de imputados en la Gürtel coincide demasiado con la de los invitados a la boda de El Escorial. El otro porque su confesión de evasor fiscal le ha dejado desnudo ante admiradores, adversarios y enemigos. La única fortaleza de los dos interlocutores de la Moncloa es la debilidad del otro. Mal panorama. Esta desafortunada circunstancia hubiera sido evitable. Si en lugar de por los dedos hubieran sido designados por las urnas, ni Rajoy ni Mas tendrían hoy debilidad alguna. Si en lugar de haber sido escrutados por quien controlaba las finanzas de sus partidos lo hubieran sido por la confianza de los electores, Rajoy y Mas podrían negociar. El primero podría ofrecer, como máximo, una propuesta de reforma constitucional sin que Aznar le soltara otro manifiesto de Vargas Llosa. Y el segundo podría rememorar el peix al cove sin que nadie sospechara que el clan Pujol se quedaría con el 3%.
Margen para liderar
Las elecciones primarias ni aseguran el éxito ni eliminan las perversiones del alma humana. Son solo un test que permite pasar el algodón por los candidatos antes de presentarlos ante los electores. Pedro Sánchez no es más libre que Rajoy o que Mas pero tiene más margen para liderar. Si Susana Díaz acabara por estar imputada en el fraude andaluz, su liderazgo no quedaría diezmado. Esa es la diferencia. Y si hubiera tenido una herencia sin declarar en Andorra, algún adversario lo hubiera denunciado. Es la diferencia entre Iceta y Navarro.
La política nunca vivirá al margen de la condición humana, común denominador de todas las ideologías, pero solo recuperará la confianza si crea estructuras que la liberen de la impunidad y de la discrecionalidad, o sea de la mafia.
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