Análisis

Ilusionismo fiscal con red de seguridad

JOAN-RAMON BORRELL

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Con la nueva reforma fiscal, el Gobierno inicia el próximo ciclo electoral de las municipales y autonómicas de mayo del 2015 y las generales de noviembre del mismo año si, como parece, Mariano Rajoy no acorta la legislatura.

Las propuestas que ahora se ponen a exposición pública muestran que la reforma será compleja: incorpora cambios atractivos de reducción de tipos impositivos y tramos del impuesto sobre la renta y del impuesto de sociedades. Ahora bien, también incorpora cambios en los mínimos exentos y en las deducciones. Y quedan muchos aspectos que iremos conociendo gradualmente: habrá cambios en los importes nominales de los tramos, en los mínimos exentos de declarar, en la estructura de las deducciones que se mantendrán o que se incorporarán, etcétera.

Con su propuesta, el Gobierno quiere vender la ilusión de una reducción del esfuerzo fiscal de las familias y de las empresas que se visualizará desde enero del 2015 en forma de menores retenciones en el impuesto sobre la renta y de menores ingresos a cuenta en el impuesto de sociedades. Si finalmente estas menores retenciones e ingresos a cuenta se convierten en un menor importe total a ingresar en la Agencia Tributaria ya se dilucidará en el 2016, una vez pasadas las contiendas electorales.

Asimismo, haciendo equilibrismos el Gobierno enviará a la Comisión Europea y a los inversores en deuda pública señales de que esta reforma no pondrá en cuestión los compromisos de reducción gradual del déficit público. Confía para este juego a dos bandas en el buen comportamiento reciente de la recaudación impositiva y en el mejor comportamiento de algunas partidas de gasto, especialmente el pago por intereses y las prestaciones por desempleo. Lo que sí muestra esta propuesta es que el Gobierno deja de momento para más adelante las reformas que puedan afectar al IVA, las contribuciones a la Seguridad Social, los impuestos sobre la propiedad, los impuestos especiales y los nuevos impuestos medioambientales.

Si finalmente la reforma de los impuestos de la renta y de sociedades pusiera en cuestión la recaudación, el Ejecutivo siempre puede poner en marcha según su conveniencia electoral estas otras reformas fiscales de impacto más inmediato, o bien una nueva ronda de restricciones a la financiación de las comunidades autónomas cargando el esfuerzo del ajuste fiscal, una vez más, aguas abajo.

Así que el Gobierno hace un número de ilusionismo fiscal y equilibrismo pero dejando puesta la red de seguridad. Esperemos que algunos de estos cambios y las próximas reformas hagan que los impuestos tengan tipos marginales más bajos y menos agujeros por los que muchas bases fiscales se escapan y dejan de hacer su equitativa contribución.