Dos miradas
Huevos y buñuelos
Josep Maria Fonalleras
Escritor
JOSEP MARIA FONALLERAS
Hace unos años, en un viaje a la antigua Yugoslavia, en un pueblo perdido de Serbia una mujer mayor nos hizo saber que, durante la cuaresma, ni ella ni su familia comían carne. Le preguntamos si sabía el porqué, pero no nos dio una explicación plausible. «Siempre lo hemos hecho». No se trataba ni siquiera de lo que entendemos por tradición, y por supuesto, esa anciana no relacionaba la abstinencia con ningún código de la Iglesia católica. Se acercaba más a una rutina. «Siempre lo hemos hecho». La costumbre antigua había perdido cualquier connotación religiosa y funcionaba como un muelle que activaba la pertenencia a una comunidad. Venía a decir: «Somos así, somos aquellos que durante la cuaresma no comemos carne».
La mayoría de tradiciones, en este país, ya no reviven una escena bíblica o ya no tienen un correlato específico y directo con la doctrina o con los usos antiguos. Simplemente están, como vaga reminiscencia de un pasado, pero retornan a causa precisamente del calendario litúrgico. Comemos bacalao con guisantes y huevo duro, o cocinamos el cordero con tomillo, porque somos como aquellos que los comían. Y freímos buñuelos y regalamos huevos de pascua. Y hacemos fiesta en unos días en los que se conmemora -es un eco lejano- el nacimiento de una religión que ya no practicamos . Y vemos de nuevo Quo Vadis y Ben Hur, si es que aún nos quedan fuerzas para volver a la carrera de cuadrigas o los chillidos con la lira de Peter Ustinov.
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