11-M, soberanismo y ciberpolítica

El 11-M y la calculada mentira gubernamental que no respetó a las víctimas aún golpea nuestras conciencias. Diez años más tarde, las palabras de Pilar Manjón son un testimonio sereno y contundente de eso. En un país de sólida tradición democrática ninguno de los gestores de aquella impostura habría sobrevivido políticamente al escándalo. Pero también en este terreno Spain is different. De aquellos días solo queda un recuerdo agradable: el triunfo de la movilización popular sobre la mentira institucional. Fue la primera gran experiencia local en la que se hizo evidente que internet estaba modificando los mecanismos de creación de opinión pública y las formas de hacer política. En un esquema de comunicación de masas vertical y estatal, la estrategia de ocultación y confusión liderada por Aznar habría tenido probabilidades de éxito. En el 2004, ya no.

Las nuevas formas de comunicación impulsadas por la revolución digital ya habían alterado los procesos de producción, circulación y apropiación de bienes informativos y culturales. Los actuales dispositivos comunicativos están pensados para el funcionamiento global en red, la interactividad y la ubicuidad de la recepción y la emisión. Facilitan la autoorganización social y dificultan la opacidad de los procesos políticos y sociales. Por ello, los medios de comunicación y los políticos que demuestren incapacidad de adaptación a esta nueva realidad tienen fecha de caducidad garantizada. Lo estamos viendo con el proceso soberanista catalán. El movimiento sería inexplicable sin el papel organizador y movilizador del ciberindependentismo. Y puede dejar atrás a los partidos políticos y los medios de comunicación que no conecten con la emergente centralidad política y con las renovadas formas de comunicación electrónica en red.