Al contrataque
La parte por el todo
Joan Barril
Ha dirigido el semanario 'El Món' y ha ejercido de columnista en diarios como 'El País' y 'La Vanguardia'. Actualmente presenta 'El Cafè de la República en Catalunya Ràdio'. En televisión dirigió el programa 'L'illa del tresor' junto a Joan Ollé en el Canal 33.
JOAN BARRIL
La sinécdoque es una figura retórica muy usada en los textos poéticos o en algunas descripciones. Consiste en tomar la parte por el todo: cuando decimos que un difunto deja cuatro bocas por alimentar nos referimos a una familia de cuatro miembros, todos ellos, naturalmente, con sus respectivas bocas. También en política ha aparecido una curiosa sinécdoque. Ante el ímpetu soberanista se ha dicho que Artur Mas está loco. En realidad, lo que pretenden los uniformistas es considerar que los partidarios de la consulta han perdido la razón, pero es más fácil concentrar en una sola persona la locura de sus ideales.
Mas se decide a encarnar y a pilotar, por las causas que sean, un sentimiento generalizado de la población. De alguna manera es su obligación. Y sus adversarios, incapaces de entender que son ellos mismos los que han propiciado el independentismo, renuncian a la autocrítica y recurren a la locura. En la medida en la que no se puede tildar a tanta gente de loca, se limitan a denostar al líder delegado para ridiculizarlo, sin querer aprender que, aun en el supuesto de que Mas desapareciera, otro ocuparía su lugar.
Los intereses de unos y otros
Junto a esa visión caudillista aparece otro elemento curioso. La cantidad de los apoyos no es tan importante como la calidad. Y para un dirigente liberal y de derechas como Mas, lo realmente importante sería que los más nobles de la sociedad dieran un apoyo explícito a la idea independentista. De ahí que se reclame un mayor compromiso a esa nueva aristocracia. ¿Necesitamos artistas? ¿Escritores? ¿Deportistas? En absoluto. La nueva aristocracia no es muy distinta de la vieja. Necesitamos empresarios, financieros y gente con posibles. Cuando se llama al empresariado catalán a formar filas junto a la ciudadanía común se está cometiendo un verdadero despropósito, porque los intereses de unos pocos no coinciden con las angustias de unos muchos. Una vez más, la sinécdoque nos pierde.
El empresariado vive en una permanente zozobra entre la cartera y la bandera. Pero la cartera es inamovible, mientras que la bandera es intercambiable. Una vez ha conseguido sangrar a sus compatriotas con la reforma laboral, que no le vengan con agencias tributarias propias, con el riesgo de una inseguridad jurídica palpable y la pérdida de un mercado vecino que hasta ahora -pese a ciertos boicoteos- va generando pedidos y clientela. Las patronales saben que no son precisamente nobles. Pero no esperan pasar a los libros de historia sino a los libros de contabilidad. Por eso dicen que no se metan con ellas ni les pidan una afección que no sienten. Para el empresariado catalán, la parte, por pequeña que sea, parece más segura que el todo del futuro. Será fácil vencerles, pero sin duda será muy difícil convencerles.
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