La clave

Un Oriente no tan lejano

JOAN MANUEL PERDIGÓ

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Por regla general prestamos atención a la política internacional en función de lo poco o mucho que puede afectar nuestra vida cotidiana. Hace décadas que seguimos con más o menos entusiasmo la elección del presidente de EEUU, y de un tiempo a esta parte no le quitamos ojo a Angela Merkel. Del África subsahariana sabemos poco, apenas que los más afortunados andan por nuestras calles recogiendo chatarra. Más familiar es Oriente Próximo, porque desde 1973 sabemos que todo conflicto en la zona afecta a nuestro bolsillo en forma de precio de los carburantes.

Pero el mundo tiene su dinámica y desplaza su centro de gravedad. Europa va quedando fuera de foco y la manija del planeta ya no la tiene en exclusiva EEUU.  Emerge Asia, esa gran desconocida a la que muchos perdieron la pista cuando se apagaron las llamas en Vietnam. De Asia hemos aprendido con la crisis que China ya es un coloso y que en el Pacífico se cuece el futuro económico del planeta. Pero muy poco sabemos de una realidad política que en los últimos meses busca hacerse un  hueco informativo en Occidente.

Cuentas pendientes

China y Japón, con las dos Coreas y Vietnam entre otros secundarios, desempolvan viejos fantasmas, tan preocupantes como los que vemos crecer estos días en la convulsa Europa. Las dos potencias asiáticas tienen una lista de contenciosos históricos tan espeluznante como la europea. La reciente disputa por las islas Senkaku/Diaoyu, en cuyas aguas hay yacimientos de hidrocarburos, ha reavivado un conflicto secular. El resurgir del nacionalismo trae de nuevo imágenes como la del primer ministro Shinzo Abe visitando el templo Yasukuni, símbolo de las atrocidades del imperialismo japonés, donde reposan los restos de criminales de guerra. ¿Qué pasaría  si Merkel visitara un mausoleo en el que estuviera enterrada la plana mayor de la jerarquía nazi?

Este año en que conmemoramos el centenario del inicio de la primera guerra mundial haríamos bien en reflexionar sobre sus causas y sobre cómo pilló de confiado al mundo. No nos engañemos, no hace falta cavar de nuevo trincheras para retroceder un montón de años.