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La brecha salarial es una evidencia en todos los ámbitos y estudios, un hecho evidente en las categorías. Diferentes datos han salido a la luz en los últimos días. Un estudio de Randstad Profesionales ha analizado la diferencia salarial en perfiles directivos y técnicos de alto nivel en España (datos 2013) y ha mostrado que las directivas cobran un 10% menos. Un informe de la Comisión Europea (datos 2011) analiza la diferencia salarial en las diferentes categorías, en el desarrollo de iguales tareas de trabajo y muestra que la media europea es del 16,2% menos de salario para las mujeres (el mismo porcentaje diferencial que en España) y que esto conlleva que las mujeres trabajamos 59 días de forma gratuita en el mercado de trabajo.

En plena crisis estos datos son preocupantes, partiendo de la base que antes de la recesión económica esta diferencia era aproximadamente igual que con los recortes de derechos y salarios se hace más dramática. Las políticas de mujeres desaparecen en la acción política pero también en el ámbito de la empresa que queda sin supervisión administrativa. La reducción de salarios se ha centrado en los hombres, en su mayoría, pero no se han equilibrado las diferencias sino que se han estabilizado, incluso agudizado.

El incumplimiento de los estados en materia de igualdad entre hombres y mujeres en todos los ámbitos es evidente, pero de forma alarmante en el ámbito laboral. Si a esta diferencia añadimos la diferencia de horas dedicadas al trabajo familiar y de cuidado podríamos concluir que los beneficios sociales de las mujeres trabajadoras (las que dependemos de un salario, sea más alto o más bajo) son muy precarios si lo comparamos con la inversión hecha en horas, trabajo y salud.

Desde el feminismo denunciamos hace años que es imposible una construcción de una sociedad realmente democrática que se base en las desigualdades de género y de clase.

Las diferentes leyes que nos hemos dotado así como la directiva europea de igualdad (2006) instan a la aplicación de políticas que avancen hacia la igualdad de derechos y oportunidades en todos los ámbitos. En el ámbito social era una meta difícil, pero parecía que la aplicación en el ámbito laboral, a pesar de las muchas dificultades, se podrían ir superando las desigualdades tanto en el acceso a los lugares de trabajo como en el salario, a partir de una presión administrativa importante, así como de medidas positivas y de compensación a las empresas que favorecieran la superación de las desigualdades. Pero el relajamiento en los diferentes países de la UE y la desaparición casi total de políticas de igualdad en España han agravado las discriminaciones. Por otra parte, las sucesivas privatizaciones de los servicios públicos, así como los recortes en el acceso universal a los mismos marcan consecuencias evidentes para la convivencia.

Desde el feminismo denunciamos hace años que es imposible una construcción de una sociedad realmente democrática que se base en las desigualdades de género y de clase. Ahora se traslada también a todos los ámbitos sociales. Personas expertas y del ámbito académico alertan de las consecuencias de la desigualdad, pero el "libre" mercado ya se ha instalado en las relaciones sociales y la tecnocracia triunfa en las administraciones. Ya es hora de plantearnos un cambio de modelo, un cambio de sistema, un cambio en las relaciones sociales .