Desobedecer responsablemente y en conciencia

La Declaración Universal de los Derechos Humanos puede ser muchas cosas, pero no es para nada universal.

Nos encontramos en un momento histórico en el que la democracia parece haber cambiado de significado. Europa se está cargando el Estado del Bienestar que tanto costó conseguir a nuestros abuelos, y los derechos civiles corren peligro en lugares donde parecían plenamente garantizados.

Si intentáramos averiguar qué mueve el mundo y los estados a día de hoy, quizás descubriríamos que no es más que la codicia, nada nuevo al fin y al cabo. La diferencia entre los estados antiguos y los de ahora es que antes sabíamos quien mandaba y ahora no; ahora todo se esconde bajo un velo que llaman democracia.

Cuesta encontrar hoy alguien que no encuentre bien la lucha contra la esclavitud en Estados Unidos en el siglo XIX, la de Gandhi contra el imperio británico, la de Luther King contra la injusticia social arraigada a fondo en su país, o la de Nelson Mandela contra el sistema del 'apartheid'. Todos encontraríamos una justificación ética a aquellas rebeliones, que se basaron en una desobediencia civil en el estado al que pertenecían.

Por encima de las leyes debemos elegir la honestidad. Si una ley no es justa, es nuestra obligación no cumplirla para evitar convertirnos en colaboradores necesarios --directos o indirectos-- de la injusticia. El proceso que vive nuestro país se llena la boca de legalidad. Debe ser sobretodo legal. Pero ya lo dice el tribunal de La Haya, por encima de las leyes están las voluntades de los pueblos. Si una ley no es justa, nuestra obligación es no cumplirla. Y si se nos prohíbe votar, la acción de desobediencia civil debe ser ir a votar .

La desobediencia civil responsable ha demostrado que es capaz, lejos de mover montañas, de acabar con la esclavitud, las discriminaciones raciales, expolios y el apartheid.

Desobedecer responsablemente y en conciencia, es cantar a la libertad. Desobedecer responsablemente es defender la dignidad y la justicia.