INTERFERENCIAS

Se ha ido un amigo

JUSTO MOLINERO

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Conocí por primera vez a Manolo Escobar en la inauguración del Teatro Español de Villanueva de Córdoba, mi pueblo natal, allá por el 1955. Compartía cartel con Antonio Molina y Antonio Machín. Eran tiempos de estufa y radio y fue este medio el que le proyectó rápidamente a la fama a través de los muchos certámenes radiofónicos que buscaban nuevos valores.

Una canción del maestro Solano en principio compuesta para el Príncipe Gitano, le catapultó a la fama: El Porompompero. Manolo siempre tuvo gran olfato para saber elegir aquellas canciones que le llevarían al triunfo. El Viva España, la Minifalda, Mi carro Madrecita María del Carmen, entre otras, conformaron parte de la banda sonora del desarrollismo español y el hilo conductor de generaciones consecutivas. Con su éxito y su atracción Manolo encarnó para mucha gente el sueño de una época. Su abstracción popular y su sencillez le convirtieron en el objeto del deseo para abuelas, madres e hijas. En sus más de 88 discos editados no hay canciones, hay éxitos con millones de copias vendidas.

El cine le consolidó como una figura indispensable de la música popular española. Nacido en El Ejido, a los 14 años llegó a Badalona donde compartimos vecindario y, a pesar de vivir desde los años 90 en Benidorm, llevó siempre a Badalona y a Catalunya en el corazón. No tuvo suerte en los negocios, solo la música le proporcionó el bienestar y la estabilidad. Al paso de los años su música y sus películas continúan formando parte del catálogo de aquello que es más popular y cercano para muchísima gente.

A lo largo de mis 30 años de carrera radiofónica he coincidido con él en numerosas ocasiones. Yo sentía por él cariño y el respeto que se le debe a una figura de su grandeza y trayectoria. Él, a su vez, siempre me dispensó una gran consideración que le agradeceré eternamente. Culé empedernido, hizo del Barça su pasión y el club le distinguió siempre con el máximo honor. Recientemente la Generalitat le concedió la Medalla al Trabajo por sus muchos años, más de 50, de dedicación artística. Manolo Escobar es ya un icono indispensable para interpretar y reconocer la realidad de un país y de sus gentes en el último medio siglo. Ahora, tras su muerte, será inevitable e imprescindible rescatar el catálogo de su vida y su obra, es inmenso. Se va un amigo.