Muy sanotas

EVA PERUGA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

La sanidad ha sido uno de los campos más habituales y con peores consecuencias en los que la desigualdad entre hombres y mujeres se ha manifestado en Estados Unidos. A la mitad de la población, ellas, se le ha negado la cobertura del seguro médico por circunstancias inherentes a su sexo, como el embarazo o el cáncer de mama. Las norteamericanas han sido rehenes silenciadas en el  reciente abismo.

Hasta el pasado miércoles, el mundo contuvo la respiración ante el jaque republicano al presidente de EEUU, el demócrata Barack Obama, que podía conducir al país a la suspensión de pagos. El chantaje republicano llevaba el sello de la reforma sanitaria, llamada a convertirse en el legado del primer presidente negro de la historia estadounidense. Porque el Obamacare es el anatema de los conservadores que así bautizaron la reforma de la sanidad. Las cifras astronómicas expuestas estos días intentan alejarnos de las manejadas  a diario por la ciudadanía, y ocultan el impacto directo, en este caso de un pulso político, sobre las mujeres. Olvidan las consecuencias de que la mitad de las norteamericanas no se hayan hecho o hayan retrasado pruebas médicas necesarias, como las mamografías o el VPH, por su coste. Con la reforma prevista, eso se va acabar. Significa un gran avance. Y una cosa lleva a la otra.

Mantenerse en buen estado salud puede ser la diferencia entre mantenerse activa o no, tener alta o baja  la autoestima, contar con capacidad para producir, crear. En definitiva entre estar o no en los circuitos económico-sociales. Y, por supuesto, en disposición de liderar. Con este empujón sanitario, a las norteamericanas se las intenta dar las mismas oportunidades que a los varones del país. Ni de lejos Obama ha podido o pretendido instaurar una cobertura sanitaria universal al estilo europeo, ampliando el Medicare y el Medicaid, asistencias públicas con años de existencia. Simplemente acabar con situaciones de abierta discriminación por las que los seguros médicos son más caros para ellas e imponiendo al mercado sanitaria unas líneas rojas que ya no puede cruzar. Contar con mayores recursos sanitarios representa poner al alcance de las mujeres otros recursos. Significa empoderarlas. Quitar de las manos de las aseguradoras la salud de las féminas y devolvérsela a ellas. Y devolverles también el control de la natalidad con la gratuidad de los anticonceptivos. No es de extrañar, pues, que este cambio de ubicación de las mujeres y el fin de unos beneficios empresariales ganados a golpe de abuso hayan removido ciertas sensibilidades políticas. La situación es esta: el 92% de los mejores planes de salud cargan a las mujeres de 40 años más que a los hombres de su misma edad. Paradoja para la activa ultraderecha, gran defensora del papel de madre de la mujer: solo el 12% de los planes individuales de aseguradoras cubren la maternidad. Cuando la reforma esté plenamente activada en el 2014, alrededor de 8,7 millones de féminas con planes sanitarios personales o de pequeños grupos tendrán esa prestación garantizada.

Gracias también a la nueva normativa se acabará con el rechazo a asegurar a las mujeres por «condiciones preexistentes», es decir, un cáncer de mama o asistencia por violencia de género o ataque sexual. Eso también pasará a la historia porque quedará prohibido negar cobertura por ello. Controvertida también ha sido la medida de la reforma destinada a las jóvenes, una de las más importantes, para evitar los embarazos. Resultaba realmente escandaloso que la sanidad se utilizara en EEEUU para prácticas sexistas. Con la reforma se garantizará a 47 millones de mujeres el acceso a los servicios de salud más primarios. Los críticos aducen el gasto. Se les debería advertir: «Es vuestro modelo de sociedad el que está enfermo».