IDEAS

La risa crítica

BEATRIZ DE MOURA

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Tras la segunda guerra mundial, las ideologías del siglo XX europeo intoxicaron el discurso de políticos y demagogos, lo cual no sería tan grave si, a la vez, no hubiera contaminado, oscurecido y paralizado la libre reflexión de filósofos y de la gran mayoría de pensadores, unos y otros obedientes, y/o comprometidos con unas y otras líneas de pensamiento y conducta. Con la caída del Muro de Berlín fueron también cayendo en la nada esas ideologías, algunas tan pétreas, férreas y oscuras que solo siguen añorando aquellos que echan en falta los totalitarismos de cualquier calaña.

Yo echo en falta pensadores que exploren esa nueva realidad y nos ayuden a reflexionar libremente sobre ella; no me refiero ya a los intelectuales, en particular a los franceses, que abrumaron e intoxicaron a los jóvenes de mi generación con prejuicios y consignas -yo incluida por supuesto. Echo en falta a pensadores que utilicen sus conocimientos en la práctica de la dialéctica permanente en un nuevo siglo, de reflexión más bien perezosa, en el que lo que se impone es un conocimiento único y paradójicamente efímero. Es un conocimiento convertido en un bombardeo permanente de informaciones deshilachadas lanzadas mediante un único medio, que, por su propia naturaleza, ya no permite -ni persigue- pensar.

Tal vez por eso no nos sorprende que todo un presidente del Gobierno aspire a ser comprendido por su pueblo cuando, después de apoyar a un miembro de su partido que se revela ante la Justicia como un total saltimbanqui, declare en tono mesiánico que se equivocó con él, pero no se siente culpable: «Cometí el error -dijo textualmente- de creer a un falso inocente, pero no el delito de encubrir a un presunto culpable».

Hemos tragado ya sin chistar tal cúmulo de sinsentidos, tal vez por agotamiento en tiempos difíciles, que ya ni los registramos como una ofensa a nuestra inteligencia de ciudadanos. ¿Dónde están los pensadores de hoy que nos devuelvan al menos la risa crítica ante lo inaudito?