No hemos llegado aún al "fin de la cita"

"En estos casos siempre se empieza negándolo todo, pero luego, como en un goteo, la verdad se abre camino, a pesar de las mayorías parlamentarias"

María Dolores de Cospedal y Mariano Rajoy, en una reunión del comité ejecutivo nacional del PP, el pasado 6 de mayo en Madrid.

María Dolores de Cospedal y Mariano Rajoy, en una reunión del comité ejecutivo nacional del PP, el pasado 6 de mayo en Madrid.

JOSEP M. QUINTANA

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Siguiendo los acontecimientos políticos enEspaña, a través de la prensa y la radio especialmente, tengo la impresión de que, en el'caso Bárcenas',no hemos llegado ni mucho menos al "fin de la cita" del que nos hablaba unRajoy que, en el Parlamento, quería resultar contundente. No, el discurso sobre lo que ha sucedido a lo largo de estos últimos 20 años en la la sede central del PP no ha llegado al final, más bien estamos en el comienzo de un calvario que presumo largo, pero terrible, a pesar de los esfuerzos que hacen los políticos populares y algunos periodistas que les son afines para desviar la atención.

En estaestrategia se emplean, básicamente, dos argumentos:

El primero, que en el momento en que España parece que empieza a levantar el vuelo de la crisis, es suicida apuntar contra el presidente del Gobierno y el partido que le apoya. El segundo, que no hay 'caso PP', sino 'caso Bárcenas'.

En defensa de este último argumento ha destacado recientemente el señorMartínez Pujalte, el cual, ante el desconcierto que han provocado en la opinión pública las declaraciones de los desmemoriados exsecretarios generalesCascos yArenas ("no me consta", "no me acuerdo ") y especialmente la realizada por la actual secretaria,María Dolores de Cospedal, que, les guste o no, ha apuntado con bala contra Rajoy aplicando el viejo aforismo "que cada palo aguante su vela ", se decidió --me refiero a Martínez Pujalte-- por la técnica deHelenio Herrera, que proclamaba que la mejor defensa es un buen ataque, y arremetió duramente contra Bárcenas, a quien llamó "sinvergüenza" y a quien comparó con "un señor que es contratado en un hotel y aprovecha su puesto de trabajo para traficar con drogas". "Quien lo ha contratado ha cometido un error al hacerlo --aseguró el diputado conservador-- pero no tiene nada que ver con la venta de la droga".

El PP, pues, hace unos esfuerzos sobrehumanos para distanciarse de Bárcenas, a pesar de que lo lleva tatuado en su piel, por lo que pide que este continúe en prisión hasta que devuelva el dinero. Pero los hechos son tenaces y, cada día que pasa, se convierte --y se convertirá-- en más difícil este camino del calvario que ha iniciado Rajoy.

He hablado de dos argumentos, pero también se suele utilizar otro muy gastado, pero eficaz: el de "y tú más". En efecto, no hay vez que, cuando en una tertulia radiofónica se habla del 'caso Bárcenas', alguien que quiere cambiar de materia saca losERE andaluces, que no son, ciertamente, 'pecata minuta'. Pero... ¿no hemos quedado en "que cada palo aguante su vela"? Así, pues, si se habla del 'caso Bárcenas', es de este que hablamos, y que los socialistas andaluces estén enfangados en un buen sarao que posiblemente terminará con altos dirigentes en prisión o fuera de órbita no disminuye la importancia del 'caso Bárcenas' ni justifica la presunta corrupción del PP.

Mentir al Parlamento

Más allá de los hechos, lo que tiene hoy prioridad en el análisis político es que Rajoy (arrastrado por la oposición) ha hablado en el Parlamento español y ha pretendido cerrar la cuestión con contundencia. Los días, sin embargo, van desmintiendo sus afirmaciones y demuestran que, si no mintió (que no lo sé, pero lo dudo), lo que no admite discusión es que no dijo toda la verdad, si tenemos que hacer caso a lo que nos ha descubierto María Dolores de Cospedal, y esto es grave. Tanto o más que la corrupción 'per se'. Porque mentir al Parlamento es mentir a los ciudadanos. Y mentir a los ciudadanos en sede parlamentaria se condena (o debería condenarse) con el ostracismo político.

Clinton estuvo a punto de sufrir lo que, en el sistema político estadounidense, se llama un 'impeachment' (procesamiento de un alto cargo por decisión del Parlamento), pero no lo sufrió por haber tenido una relación sexual moralmente condenable con una joven becaria, sino por haber mentido al Congreso, que es mentir a los ciudadanos.

Por mucho menos han dimitido recientemente dos ministros alemanes: en el 2011, el de Defensa, Karl Theodor zu Guttenberg, tras ser acusado de plagiar su tesis doctoral, y en el 2013, la ministra de Educación y Ciencia,Annette Schavan, por la misma causa. TambiénChris Huhne, exministro británico de Energía, renunció a su escaño de diputado, en el 2012, después de que se declaró culpable ante un tribunal de Londres de intentar ocultar una infracción de tráfico.

Todos estos son casos de haber mentido públicamente sobre cuestiones personales, y todos han frustrado la carrera de personajes públicos, seguramente bastante solventes, pero que, al mentir, han perdido la confianza de la ciudadanía.

Mucho me temo que este será el final de Rajoy. Porque en estos casos siempre se empieza negándolo todo, pero luego, como en un goteo, la verdad se abre camino, a pesar de las mayorías parlamentarias.

Publicado en el blog de Josep M. Quintana