El sector financiero

Anomalías retributivas

Los contratos millonarios de los ejecutivos de banca no tienen igual en otros países europeos

ANTONI SERRA RAMONEDA

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Obviamente algo chirría. Es harto sabido que el sistema bancario español pasa por momentos de extrema dificultad. Lo notan los contribuyentes que comprueban cómo una parte sustancial de la sangre, sudor y lágrimas que entregan en forma de impuestos se esfuman en oxígeno para la supervivencia de determinadas entidades. Legiones de ciudadanos a voz en grito explicitan su indignación al comprobar que sus ahorros se han convertido en cenizas tras haberlos invertido en preferentes y otros títulos de esotérica denominación. Más discretos pero no menos compungidos, los accionistas de los grandes bancos estrella comprueban cómo la cotización de los títulos ha caído en picado.

UN INFORME de la respetable Autoridad Bancaria Europea revela que en el 2011, cuando la fragilidad de nuestra banca era de dominio público, 125 ejecutivos de entidades españolas cobraban más de un millón de euros anuales. Su remuneración media era de 2,43 millones, importe que - ¡oh sorpresa!- resulta ser el más alto de Europa. Por esas fechas los ejecutivos de las entidades recogidas por el coche escoba del FROB tenían un tope de 0,3 millones de euros en su retribución anual. Sin este freno la diferencia hubiera sido mayor.

Las cifras de nuestros países vecinos son más modestas. El Reino Unido y Alemania tienen más banqueros con emolumentos anuales millonarios que España, pero en promedio no son «tan» millonarios como los nuestros. En cambio Italia, y no digamos Holanda, no parecen requerir al frente de sus entidades financieras ni tantos ejecutivos ni con sus carteras tan repletas. Alguna explicación a este paradójico fenómeno deberían buscar los sesudos economistas del servicio de estudios del Banco de España. Mientras nuestros jóvenes ingenieros, médicos y científicos han de hacer las maletas y buscarse la vida en lugares remotos para no verse condenados por vida al mileurismo que como mucho les ofrece su tierra natal, quienes optan por la corbata de Armani y el traje a rayas, el uniforme de la élite de la profesión bancaria, ven que no les compensa buscarse la vida allende los Pirineos.

Una posible explicación de esta aparente paradoja sería que igual que es en los países donde la salud de la población es muy deficiente donde se requiere abundancia de médicos, a los que habrá que remunerar generosamente para que dediquen con ahínco sus conocimientos a mejorar el nivel sanitario, por la misma regla de tres solo se necesitarán especialistas bancarios bien formados y mejor retribuidos cuando su sistema crediticio conozca graves insuficiencias que ponen en peligro el buen funcionamiento de la economía real. Pero esta explicación tiene escasa base empírica pues los datos mundiales de la asistencia sanitaria y las retribuciones de sus profesionales la desmienten con rotundidad. No es precisamente en los países africanos asolados por males endémicos donde se encuentran los médicos de mayor prestigio y más suculentos ingresos.

Según el concepto de racionalidad que subyace a los modelos de la economía teórica la retribución ofrecida a sus empleados, incluso en los escalones más elevados, debería estar muy próxima a su coste de oportunidad o a lo que, en términos más técnicos, denominamos utilidad de reserva. ¿Por qué pagar más a un candidato de lo que es estrictamente necesario para que acepte? Lo cierto es que son muchos los ejemplos de que este supuesto no se cumple sobre todo en lo relativo a los altos cargos.

RECIENTEMENTE algunos ejecutivos de bancos firmaban unos contratos con sueldos astronómicos que luego la autoridad competente recortaba a la cuarta parte por tratarse de entidades receptoras de fuertes ayudas públicas, sin que el afectado renunciara al contrato y se fuera a prestar sus servicios a una entidad que le reconociera lo que él juzga su auténtico valor. Repasen la historia de Bankia y verán como quien debía ocupar con un sueldo más que trimillonario la poltrona presidencial ha encontrado acomodo en una compañía de servicio público pero con una tarifa que, aunque no es moco de pavo, es una fracción y no considerable de la que hubiera cobrado en aquel empleo. Gran parte de la inflación de los sueldos de los ejecutivos tiene su origen en el procedimiento que emplean las agencias de cazatalentos para determinar el margen dentro del que debe moverse la remuneración del elegido. Si se toma como baremo lo que perciben los tres mejor pagados en el sector es evidente que el promedio subirá.

No es de extrañar que los suizos hayan decidido, en referendo, limitar las retribuciones de los altos ejecutivos, recortando así el margen de maniobra de esas agencias a las que los ingleses aplican el sanguinario nombre de «cazadores de cabezas», como si se tratara de indios sioux.

Economista.