La conurbación de la capital catalana

El reto metropolitano de Barcelona

Es necesario un nuevo impulso para superar los síntomas de agotamiento de la ciudad estricta

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RAFAEL PRADAS

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Hace 125 años Barcelona se reivindicaba como metrópolis con la Exposición Universal de 1888 y la posterior anexión de los municipios de su llano. Sumaba ideas, potencia humana y empuje económico.Vicens VivesenNotícia de Catalunyainterpretaba un proceso iniciado mucho antes: «Catalunya creaba un órgano de resonancia histórica y mundial muy por encima de sus posibilidades humanas: Barcelona (¿) Sin Barcelona les hubiera faltado a los catalanes el crisol que haría la síntesis de sus esperanzas».

En 1921, al incorporar Sarrià, acababa la expansión territorial. La realidad urbana y política de la segunda mitad del siglo XX dibujó otro modelo de crecimiento, con el resultado de una Barcelona muy compleja, con una ciudad central y una red de poblaciones vecinas que son mucho más que satélites pero que no siempre aprovechan las ventajas de la aglomeración.

AHORA ES necesario un nuevo impulso metropolitano para saltar de escala y superar los síntomas de agotamiento de la Barcelona estricta, tentada de replegarse sobre sí misma. La anunciada ley catalana de gobiernos locales que simplificará órganos (desaparecerá el Consell Comarcal del Barcelonès, entre otras medidas) debería facilitarlo. Las tomas de posición de los dirigentes metropolitanos, incluido el alcaldeXavier Trias, hacen pensar que es posible; esperemos que la reforma de la Administración local que anunciaMariano Rajoy no lo impida. Superada la etapa de contenedor de problemas que Barcelona no podía digerir, el área debe ser mucho más que una coordinadora de alcaldes y actuaciones locales. Debe hacer política: industrial, urbanística y de grandes infraestructuras (incluyendo las de ámbito regional metropolitano), promoción económica, formación, igualdad y lucha contra la crisis y debe hacer uso común de los recursos.Francesc Santacana, durante años alma del Plan Estratégico Metropolitano, se preguntaba hace poco si tiene sentido que cada municipio metropolitano haga su propia promoción económica. Valdría otra cuestión: saber si es lógico colocar unoutleten Viladecans sin una visión estratégica del comercio en Barcelona y la zona metropolitana del Baix Llobregat.

La Barcelona real es fruto de numerosos procesos económicos y sociales desarrollados durante más de medio siglo, muy relacionados entre sí y sobre los cuales el área metropolitana ha reflexionado hace poco, tomando como ejes la ubicación industrial, la inmigración y la movilidad. Aquellas transformaciones son parte ahora de las tareas pendientes. Característica metropolitana de las últimas décadas fue el éxodo de las fábricas hacia la periferia, a los polígonos industriales. Las viejas factorías sucumbieron ante el valor del suelo residencial y la mejora de las condiciones de vida urbana y no solo en Barcelona, también en L'Hospitalet, Cornellà o Badalona. Ahora plantear el futuro de la actividad industrial es más actual que nunca: parece muy cierto que un país sin industria difícilmente funcionará. Y es verdad que Barcelona y Catalu-

nya concentran más del 26% de la española y casi el 27% de sus exportaciones, pero también que el peso de la actividad industrial en la región metropolitana ha caído hasta el 20% y que en muchos casos los polígonos son obsoletos, incompatibles con la industria de calidad y la apuesta por el conocimiento.

Hay aún demasiadas heridas urbanísticas y sociales abiertas en los barrios surgidos con las grandes oleadas de la inmigración española, tan decisiva para el crecimiento del país. Sobre el viejo paisaje -redimido en gran parte por las políticas municipales- impacta una nueva inmigración planetaria, con las paradojas propias de las crisis: emigran cerebros, llegan nuevos brazos y en medio queda una generación perdida, sin formación ni futuro. El factor metropolitano debe ayudar a reparar el ascensor social.

LA MOVILIDAD es consustancial al área metropolitana. El automóvil fue determinante para que surgiesen el turismo masivo, las urbanizaciones, las migraciones internas, los centros comerciales, los traslados de las fábricas¿ Riqueza y desarrollo, sí, pero también un territorio muy castigado: la ciudad extensiva es más cara y menos sostenible que la compacta, y aun así fue alentada por las administraciones, especialmente la autonómica. Es preciso abordar la dispersión de centros, ideas y proyectos, acometer una ordenación contenida del territorio y gestionar el transporte y los nuevos flujos turísticos.

En resumen, un reto que invita a aprovechar la fuerza de la marca Barcelona, a democratizar la potencialidad del hecho metropolitano, consensuar grandes proyectos estratégicos y apostar por las relaciones con el entorno, en especial la región euromediterránea, donde Barcelona puede ejercer la capitalidad real. Una oportunidad para la Catalunya del siglo XXI.