LAS INICIATIVAS CULTURALES

Suscripción popular en el MNAC

Los ciudadanos adquieren una obra de Fortuny, en un gesto ejemplar, gratificante y de apoyo al museo

ORIOL BOHIGAS

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EI Museu Nacional d'Art de Catalunya ha tenido una buena idea: adquirir una obra por suscripción popular. Se trata de un dibujo deMarià Fortuny-'La plegaria'- de la época de los temas orientalistas y que, por tanto, se relaciona temáticamente con el gran cuadro de 'La batalla de Tetuán', uno de los tesoros más espectaculares del museo. Me parece incuestionable, ejemplar y gratificante que cuando el apoyo oficial es insuficiente o no está disponible, sean los propios ciudadanos los que se esfuercen en mantener la vida de la institución, al menos en unos mínimos que mantengan el orgullo de disfrutar de una colección que han hecho y pagado ellos.

ME PARECÍA recordar que, cuando tenía pocos años, me enteré de otra suscripción popular para comprar otro cuadro deFortuny.Muchas veces he explicado que fue durante la República, que el cuadro era 'El coleccionista de estampas' y que lo fui a ver al palacio de la Virreina con mis padres que me hicieron depositar 25 pesetillas. Y siempre he descrito el orgullo cívico que me produjo incorporarme a los derechos y a los deberes del buen ciudadano. Pero ahora, los folletos de la exposición del MNAC donde se exhibe 'La plegaria' explican muy bien que la compra popular se hizo en 1922, cuando yo aún no había nacido y que el cuadro no era 'El coleccionista de estampas' sino 'La vicaría'. Es decir, todo es mentira. Por tanto, no sé si he tenido una enfermiza confusión de referencias o es que, simplemente, la trascendencia cultural y ciudadana del evento dejó un eco tan profundo que traspasó, con el recuerdo, toda una generación.

Ahora sí que he visitado la exposición 'La batalla de Tetuán de Fortuny. De la trinchera al museo', en la que hay el dibujo deFortunyque se quiere comprar, enmarcado en forma de urna, preparado para recibir los euros populares. Quizá con menos entusiasmo político que el de aquellos sueños mal situados, pero con parecido orgullo civil, convencido de que la responsabilidad colectiva, el 'seny arrauxat' podría ser aún la salvación. Con ocasión de esta exposición he vuelto a visitar algunos sectores del museo, especialmente las últimas salas dedicadas al arte moderno que completan la visión panorámica de toda la historia del arte catalán. Estas salas siempre me habían parecido, desde la inauguración definitiva, un buen ejemplo del esfuerzo para la excelencia en la relativa modestia de los contenidos si los debemos valorar fríamente a escala internacional. Una buena muestra de un cambio de paradigmas culturales que solo había que mejorar con nuevas adquisiciones. No sé si ha habido cambios importantes o si, con el tiempo, algunas obras han recuperado su inicial escasez. Pero he echado en falta en el museo la tensión crítica y creativa, el esfuerzo de cambio radical hacia una modernidad, el espacio para la contaminación de las aventuras francesas y centroeuropeas, la leña al fuego de las polémicas propias y foráneas.

No sé si es un problema general del conjunto de piezas de la colección o si es, solo, la falta de una clasificación intencionada con una tesis coherente o, incluso, si algún cambio de piezas ha desequilibrado la muestra. O, tal vez, se ha prestado poca atención a los detalles ambientales. O hay un cierto descuido en la colocación y la ambientación de cuadros y esculturas. Hay que tener en cuenta que un museo como el MNAC, tan interesante, pero con tan pocas piezas que por sí solas determinen el contenido y el sentido, debería utilizar para cada programa un equipo de diseñadores que mantenga el buen tono de la explicación y que la escenifique con calidad.

La exposiciónFortuny a la que me he referido es un ejemplo muy claro. La falta de calidad ambiental, el mal gusto de los detalles expositivos y los indicadores gráficos, la luz aprovechada de otras circunstancias, el color deslucido de las paredes, la indefinición de los límites ambientales, todo ello es un error bastante grave porque podría atribuirse a una falta de calidad de los técnicos y a la insuficiente consideración de este tema, en un museo que ha resuelto con éxito bastantes conflictos formales y funcionales.

DE ESTE PROBLEMA del montaje general se pueden dar más ejemplos alarmantes. Los dos cuadros deTàpies, al final del recorrido, estremecen por el ambiente en que han sido colocados: parecen recluidos en un confesionario rural como dos alegrías decorativas. Cuando estaban en la sala del restaurante ya sufrían un poco de desconsideración decorativa, pero jugaban a la habitual confusión de los palacios representativos cuando pasan a ser depósitos museísticos. Pero, de hecho, estaban mejor enmarcando el paisaje impresionante de Barcelona que paseándose en una especie de corral neopopulista.