periscopio

Una motivación del todo imperceptible

Aguirre, en el centro, sentado en el banquillo del Sánchez Pizjuán.

Aguirre, en el centro, sentado en el banquillo del Sánchez Pizjuán.

MANEL LUCAS

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Sobre el minuto 20 de la segunda parte, el Sevilla lanzó dos o tres ataques continuados contra la portería del Espanyol, y solo la falta final de tino y alguna actuación remarcable deKiko Casillaimpidieron que los periquitos encajaran el cuarto. Es decir, con 3-0 y a falta de menos de media hora de partido, los sevillistas continuaban corriendo y peleando cada balón, y el Espanyol deambulaba casi tan sonámbulo como en los primeros 45 minutos. Cualquiera podía interpretar que en el césped había un equipo que ya consideraba cumplido su objetivo, y había bajado los brazos. Y es curioso, porque hace solo un par de semanas, en plena locura por haber conseguido los 43 puntos que, en teoría, dan la salvación, los jugadores quisieron transmitir a los aficionados la ilusión por seguir batiendo récords y pasar de la última plaza a una de las siete que dan opción a jugar en Europa.

Es ese contraste brutal entre las sensaciones y palabras estimulantes de dos jornadas atrás y la aparente dejadez que les sucedió casi de manera inmediata lo que motivó el alud de mensajes indignados, decepcionados, o incluso suspicaces que inundaron twitter ayer tarde, acompañados inevitablemente del hastag #rcde. Hoy no vale la reflexión de que se ha hecho un esfuerzo sobrehumano durante varios meses para renacer de las cenizas; el aficionado tiene derecho a no entender por qué, en un abrir y cerrar de ojos, no ha quedado nada de aquellos futbolistas que luchaban hasta marcar un gol del empate en el último segundo ante el Valencia, o apabullaban en su campo al Málaga, sin ir más lejos. Y tiene derecho, también, a pensar que tras la afirmación de que el equipo iba a luchar por nuevos objetivos se escondía más una voluntad de responder lo que el público esperaba, o incluso lo que el corazón de los propios jugadores quería sentir, que no una fe real en las opciones de una clasificación europea.

Es decir, podría haber ocurrido que, sin quererlo en realidad, la plantilla del Espanyol estuviera mentalizada desde hace muchas jornadas en que la meta era solo salvar los muebles.Aguirrehabló ayer de un descenso de la tensión «inconsciente». Pues de eso se trataría: la psique de los futbolistas les programó para resistirlo todo hasta lograr los 42 o 43 puntos. Y ahí se terminó.

Salir de la mediocridad

Esta explicación no tiene por qué dejar tranquilo al aficionado medio, que está en su derecho, como decía, de no aceptar que unos trabajadores cualesquiera no lo den todo en cada jornada laboral hasta que no tomen sus vacaciones reglamentarias. Del mismo modo, hay que comprender a ese aficionado si hoy vuelve a echar en falta un poco más de ambición cada vez que el Espanyol está con posibilidades de salir de la mediocridad.

«La cagamos», reconocíaAguirre, siempre tan sincero, «y esperemos no cagarla en los cuatro partidos» que quedan. Esperemoslo todos, porque, además, lo peor de todo es tener que volver a hacer números con los de abajo, y pasarse la semana con la idea fija de que el Deportivo, que marca el descenso, está a 11 puntos, cuando aún hay que disputar 12.