Análisis

Conducir es mi responsabilidad

ALFONSO PERONA GÓMEZ

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Es lamentable enterarse de que una persona ha fallecido en un accidente de tráfico, pero resulta más doloroso cuando ha sido abandonada sola en medio de una carretera. Además de otras consideraciones éticas que podríamos hacer, se debe recordar que si se actúa dentro de la primera hora, «la hora de oro», como la definen los médicos, es cuando se salvan más vidas. Pero en ocasiones no se puede llegar en ese dorado espacio de tiempo por falta de atención a las víctimas de accidentes.

Es muy importante el aviso a los servicios sanitarios y socorrer a la víctima. Como indica el reciente informeEuro Test 2013,para practicar este socorro es suficiente con que se le hable a la persona herida, tranquilizarla y no dejarla sola. No es complicado, solo consiste en estar y no dejar a un ser humano abandonado en la carretera. Es suficiente, y más cuando tú mismo eres la causa del accidente.

Muchos dirán que falta educación viaria, que en los colegios se debe dar más formación, en fin la letanía de siempre, pero la realidad es que faltan valores y responsabilidad frente a nuestros actos. La mejora de la formación vial irá en paralelo a la mejor actitud de la sociedad, y ese objetivo no se consigue pasando la responsabilidad a los colegios, es un problema de toda la sociedad que requiere una consideración diferente ante los individuos incívicos y sin moral.

Hace unos días, en una conferencia que di sobre formación al conductor, señalaba la necesidad de formar en valores y actitudes positivas, pero sobre todo la preparación debe servir para facilitar instrumentos con que observar y pensar en los riesgos y la responsabilidad como conductores ante cualquier circunstancia que surja en la carretera.

Un cuento

Me acordé de un cuento del escritor y terapeuta argentinoJorge Bucay en el que relata cómo su primo de tres años corría por el comedor de casa y se llevó por delante una mesita baja; tras el golpe, cayó al suelo de culo y se puso a llorar. La reacción de la tía del niño fue golpear la mesa y decir en voz alta: «Mesa mala», mientras él pensaba «pero si el torpe fuiste vos, que no miráis por dónde caminas». Y concluía que le parecía siniestra la falta de responsabilidad que se le inculcaba a su primo.

Sirva el cuento de reflexión, ya que parece que estamos en una cultura social de exculpación constante al conductor, el «yo controlo, bebo poco», «qué mal conducen los demás», «la culpa es siempre del otro». Constantemente nos excusamos de nuestros actos, sin hacernos cargo de la responsabilidad de lo que nos pasa y lo que pasa por nuestra actitud o falta de destreza. La buena formación vial no es solo el manejo correcto de un vehículo, es sensibilizar sobre la responsabilidad de nuestros actos al conducir.

Un accidente de tráfico nunca se puede justificar, pero se puede tolerar el error reconocido, nunca la falta de responsabilidad hacia el daño causado a los demás.