LA ENCRUCIJADA DEL PSC

El protocolo de unidad del PSC y el PSOE

Pere Navarro y Alfredo Pérez Rubalcaba.

Pere Navarro y Alfredo Pérez Rubalcaba. / periodico

ROCÍO MARTÍNEZ-SAMPERE

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Después de leer algunos artículos y crónicas periodísticas que se referían al protocolo de unidad firmado hace 35 años por los responsables del PSC y el PSOE, he vencido la pereza de un domingo por la tarde y he ido para hacer memoria a la fuente, el documento real que está colgado en www.arxiupsc.wordpress.com, donde Miquel Iceta, siempre escrupuloso, tiene referenciado un magnífico archivo de documentos del Partit dels Socialistes de Catalunya. "Just in case", debió pensar él. Gracias, pensamos los demás.

No creo que un documento de poco más de una página con 10 puntos genéricos que solo entra en la concreción acerca de la representación en los máximos órganos internos y a las siglas a utilizar haya dado nunca para tanto.

Es un hecho que con este mismo protocolo, aún vigente hoy, el PSC tuvo grupo propio hasta 1981, dejó de tenerlo y ha votado de manera diferente siendo parte de un mismo grupo parlamentario en el 2013.

Nadie desea la ruptura

Entrar en la espiral de los detalles de los documentos puede ser una opción, como también lo puede ser devolverles un símbolo: decir que el protocolo es mantener la unidad entre los socialistas en España y que rehacerlo es dar alas a la ruptura. Una ruptura que salvo algunos casos aislados nadie desea, siendo como somos todos conscientes de que no queremos perpetuar al PP en el Gobierno de España.

Una postura que me parece más adecuada es, en cambio, la de reconocer algo esencial y es que esta crisis financiera, económica, social, institucional y política en la que está inmersa España y Catalunya no se solucionará ni luchando por volver a lo que teníamos antes ni tampoco quedándonos quietos a la espera de que amaine la tormenta. Los problemas que tenemos no se solucionarán al nivel de pensamiento que fueron creados, decía Einstein. Y ese es el reto: mantener los principios de siempre pero ser capaces de articular en un nuevo paradigma para que tomen de nuevo significado. Porque este mundo diferente vendrá --está ya aquí de hecho--. La decisión, pues, es saber si lo queremos condicionar y protagonizar o nos resignamos con nostalgia.

Lo lógico es que si todos decimos que el modelo territorial del Estado español está agotado tal y como lo conocemos hasta ahora y que necesitamos una reforma federal, esta nueva relación federal pase también por una nueva relación entre los dos únicos partidos que la pueden impulsar. Decir lo contrario me parece no reconocer la realidad y continuar haciendo oídos sordos a la gravedad de una sentencia que marcó un punto de inflexión en las relaciones entre Catalunya y España. Han pasado dos años y medio, y muchas cosas: en las calles, en los sentimientos, en las soluciones posibles y creíbles... ¿quién no lo ha entendido todavía?

Aceptar el derecho a decidir no es querer la independencia

Reforma federal de leyes, de relaciones entre organizaciones, de actitudes, de cultura de cómo se ejerce el poder y cómo se reconoce la diferencia. Este es el horizonte que nos hace trabajar juntos. Y la discrepancia con el PSOE, como es obvio no desde ahora sino desde septiembre del año pasado, es que el PSC apuesta por desencallarla y validarla de una manera democrática, aceptando el derecho a decidir, de abajo hacia arriba (diferente a como se hizo la primera transición posdictadura). Porque aceptar el derecho a decidir no es querer la independencia. Debemos separar un argumento democrático para solucionar un reto político del de un argumento nacional de lograr un objetivo que es querer un Estado diferente al del resto de España. Confundir uno y otro como tantos intentan hacer aquí y allí sí que refuerza, desde mi punto de vista, una confrontación indisoluble. No es menor tampoco el argumento de que el 80% de los catalanes quiere este derecho a decidir porque llevándolo al absurdo deberíamos entonces afirmar que el 80% de los catalanes se ha vuelto nacionalista. ¿Y entonces qué? ¿nada que hacer?

La discrepancia existe, de acuerdo. Convertirla en definitiva es lo que depende de nosotros y la postura inteligente es gestionarla de forma positiva. Una buena guía para trabajar la solución es el artículo que Juan Rodríguez Teruel publicó en eldiario.es hace unos días: 'Un PSOE-PSC en la alemana'. La convivencia de las demandas del catalanismo político con las de una determinada concepción de la nación española ni han estado ni estarán exentas de tensión. El PSC ha hecho una apuesta decidida por la unidad del catalanismo del siglo XXI, que se articulará en torno al derecho a decidir como en el siglo XX se articuló en torno a la recuperación del autogobierno.

Pero también depende del PSC demostrar que es posible la convivencia y el pacto. Esto no lo haremos negando las aspiraciones del catalanismo ni lo haremos dando por perdido el pacto con España. Lo haremos con dificultades, con convicciones, evidenciando la diversidad, como hemos hecho siempre, pero entendiendo que avanzar es aceptar el cambio en lugar de negarlo. Así de fácil, así de difícil, pero así de necesario si parte, como lo hace, de nuestras convicciones.

<strong>http://rociomsampere.cat/archives/1005</strong>