La política vasca

La habitación oscura

Euskadi afronta una situación de empate parlamentario que provoca la inmovilidad de los partidos

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IÑAKI GONZÁLEZ

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El debate sobre el estado de la nación retrató un escenario de desencuentros. Un escenario de difícil resolución porque la mayoría absoluta que sustenta al Gobierno no hace necesarios los esfuerzos por el consenso aunque el calado de los problemas lo demanda para evitar que se conviertan en endémicos. En Euskadi hay también suficientes desencuentros como para que la legislatura se remita al bloqueo constante porque, a diferencia de Rajoy, Iñigo Urkullu no cuenta con una mayoría absoluta. La distribución parlamentaria ha resultado maquiavélica hasta sobredimensionar el único escaño de UPyD y situarlo como bisagra de las decisiones. Euskadi afronta un escenario de empate a 37 escaños entre las dos fuerzas que ya han suscrito acuerdos en virtud de sus responsabilidades de gobierno -PNV y PP- y quienes, no teniendo -PSE- han hallado vías de acuerdo presupuestario y fiscal en Gipúzcoa con Bildu.

EN LA PRÁCTICA, este escenario ha convertido al Parlamento vasco en una habitación oscura por la que se mueven los principales partidos con los brazos extendidos y casi con igual miedo a tropezar que a encontrarse con otro brazo en el que apoyarse. El vértigo de que se enciendan de pronto las luces y se vean agarrados a una mano que no querían estrechar es un peligroso factor de inmovilidad para todos. El PNV gobierna en minoría y sabe que la coalición independentista EH-Bildu se siente cómoda en su proclamado papel de líder de la oposición, una vez resueltas sus propias necesidades presupuestarias en Gipúzcoa. El PP no es una opción por sí mismo porque no suma mayoría. Empatados hasta la extenuación, se trabaja por rescatar algo de los rescoldos de los puentes que en los últimos años fueron dinamitados entre PNV y PSE.

Los nacionalistas han fiado las posibilidades de reverdecer esos encuentros al proceso de renovación de estructuras de los socialistas vascos, una vez resueltos sin ruido los suyos propios. No por la expectativa de una modificación de los discursos o las personas, que no se ha producido ni cabía el margen para que ocurriera, sino por la confianza en que el proceso sirviera para dar por cerrada la etapa traumática en términos electorales del socialismo vasco en los últimos dos años. Los congresos nacional y territoriales del PSE han dejado escasas heridas. Quizá en Álava, donde el sector crítico aglutina un 43% de los delegados enfrentados a la nueva ejecutiva. Pero, en líneas generales, han servido para consolidar una sola voz en los temas centrales de la política vasca. Con Idoia Mendia como portavoz, que ya lo fue en el Gobierno, y el peso restaurado a Rodolfo Ares en la organización y a Isabel Celaá, el núcleo central del anterior Gobierno de Lakua, se aposenta en el eje del partido. A la cabeza, Patxi López repite respaldado sin fisuras por los mismos secretarios generales territoriales que le acompañaron en la travesía de la anterior legislatura. No ha sido un ejercicio de renovación, pero ha resuelto el riesgo de atascarse en el precio de una experiencia socialmente costosa al frente de un Gobierno en minoría y supeditado tres años al PP. De hecho, ha sido un éxito del equipo de Patxi López lograr que las bases del socialismo vasco hayan sublimado las amarguras de esa legislatura hasta reducirla en la memoria a los ocho meses de resistencia a los recortes de Rajoy.

Libre de ese riesgo, el PSE debería tener más margen que ayer para jugar a eso que llaman geometría variable y que le puede permitir pactar a la vez con Bildu en Gipúzcoa y con el PNV en el Parlamento de Vitoria. De momento, los primeros frutos de esa línea de diálogo se han materializado con los acuerdos de PSE y PNV sobre la dirección de la radiotelevisión pública o el defensor del pueblo vasco, el ararteko. La reactivación de la ponencia sobre paz y convivencia también ha sido posible merced a la colaboración de ambos, frente a los tirones de PP y EH-Bildu desde los extremos.

EL CIERRE de filas de socialistas y jeltzales ha permitido ponerla en marcha y arrastrar a la izquierda aberzale a su incorporación. Más complicado será el que parece principal objetivo de Urkullu, trasladar esa incipiente entente a sus primeros Presupuestos. Los guiños hacia el PSE del nuevo presidente de la ejecutiva nacional del PNV, Andoni Ortuzar, del consejero y portavoz del Gobierno, Josu Erkoreka, y del lendakari hacia el pasado de colaboración con los socialistas son constantes y contundentes. El escollo principal vendrá por los recortes ineludibles por valor de 1.200 millones de euros que ese Presupuesto deberá afrontar. La reforma fiscal en ciernes, que históricamente han protagonizado siempre ambos socios, puede ser la vía de encuentro o el laberinto en el que se pierda esta aproximación incipiente. Pero, si empieza a entrar luz en esa habitación oscura, sería absurdo que ahora comiencen a cerrar los ojos.