La rueda

No todo, pero mucho está carcomido

JAUME Badia

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Hacía días que el griterío proveniente de Madrid lo contaminaba todo. Cada asiento consignado en la libreta de Bárcenas se ha clavado como una banderilla en el espinazo de donantes y receptores de miles y miles de euros. Una muestra más de la gran fiesta en la que habían convertido esa España del ladrillo que Aznar nos decía que iba bien. El Madrid todopoderoso huele a corrupción política, y la corrosión institucional amenaza con derribar el castillo de naipes hispánico arrastrando sota, caballo y rey.

También en Catalunya la semana pasada nos hundinos un poco más en el estercolero en el que parece haberse convertido el viejo oasis. Catalunya también apesta. Apesta a motor quemado. El aceite que engrasó la maquinaria del statu quo durante 25 años, y que hace tiempo dejó de manar, ha hecho que el motor quedara clavado. La confusión generada con tanto dosier encargado y realizado por Mortadelos de poca monta amenaza con colapsar el entramado político y económico. Todo el mundo ha hecho la lectura habitual, llevando el agua a su molino. Unos ven el complot de siempre contra el proceso independentista, otros lo leen como un síntoma más de la descomposición del sistema (bi)partidista surgido de la transición, y hay quien lo entiende como una paletada más de la porquería que se ha escondido durante décadas bajo las alfombras del catalanismo biempensante.

Es innegable que en Catalunya tenemos prohombres que han robado millones tras el patriótico canto de la senyera, tenemos alcaldes chuloputas que se saltan las leyes a la torera, tenemos hijos de presidentes campeones de la evasión de alta montaña, ladrillos que se han convertido en lingotes de oro. Se han pagado y cobrado comisiones millonarias, para san Pablo o para san Pedro. Catalunya y toda España hace tiempo que tienen estructuras básicas muy carcomidas, y me temo que desde dentro no tiene solución.